Opinión

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Raramente un fenómeno de corrupción puede darse solo por una persona, sino que habitualmente necesita de la complicidad o colaboración, por acción u omisión, de otras más. La corrupción no es individual, siempre es colectiva. No es una aventura personal, es una acción coordinada de un grupo con un objetivo. De ahí que cada vez que aparece un caso de corrupción sea necesario tirar del hilo de Ariadna para poder salir del laberinto antes de que te devore el Minotauro. El mejor remedio contra la corrupción es la luz cegadora de la verdad, de la asunción de responsabilidades, de las consecuencias políticas, jurídicas y penales. No hay otra. Esto es lo que el PSOE debería haber hecho tras conocer los asuntos que rodeaban al tándem Ábalos/Koldo y lo que no puede dejar de hacer ahora, cuando el sucesor de Ábalos en la Secretaría de Organización del partido parece haber formado parte de la misma trama en la que presuntamente participaba el ministro. Tirar del hilo hasta las últimas consecuencias. La hemeroteca es terrible. Ver hoy a Pedro Sanchez diciendo, cuando Rajoy pidió disculpas por Bárcenas, que con el perdón no hay suficiente, es devastador para Moncloa. No, no lo es. Pedro Sánchez tenía razón entonces y la tiene ahora. Tiene pocas alternativas, porque la alternativa a Sánchez es la entrada de la extrema derecha, del populismo en el gobierno de España. Y la democracia es especialista en pegarse tiros al pie con la complicidad de una socialdemocracia que hace un par de décadas que no escucha, no oye, no entiende ni comprende las sociedades que quiere gobernar. Es una realidad europea que tarde o temprano acabará por imponerse aquí. No somos una excepción, o no hemos sabido serlo. ¿Qué se puede hacer? Medidas rápidas, cambios ministeriales, ponerse a disposición de la justicia y si las cosas van a más, no tocará más remedio que dejar que los ciudadanos decidan. Raramente el fenómeno de la corrupción es algo individual, aleatorio, un capricho, una locura momentánea. Es estructural, tiende a permanecer y a abarcarlo todo. No hemos querido mirar la realidad, hemos dejado que los problemas sean el abono de las soluciones fáciles de los extremistas, y ahora la legitimidad de los demócratas sufre un nuevo varapalo. No nos lo merecemos, pero continuaremos trabajando para que no quede impune.

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