Un error ortográfico puede hacer que la credibilidad del emisor se derrumbe. En sociedad, puede entenderse como una falta de cultura o inteligencia. En un currículum, puede implicar una oportunidad laboral perdida. En el trabajo, puede ser una muestra de incompetencia o, peor, de desidia. Y, en todos los ámbitos, es una falta de cuidado por el idioma y de respeto por el lector. Por el contrario, una expresión escrita pulcra y aguda, abre puertas y demuestra cultura. La ortografía –como el arte, el pensamiento o las letras– es el verdadero ascensor social.
Estos días, los alumnos catalanes de Bachillerato se enfrentan a la tan temida Selectividad. Las PAU. Este año, la Generalitat anunció que los errores ortográficos solo penalizarían en las asignaturas de lenguas y literaturas, pese a que el nuevo decreto del Consejo de Ministros pedía restar hasta dos puntos por mala redacción. Finalmente, el Govern se echó atrás y las faltas restarán puntos en todas las materias. Bien. No hacemos ningún favor a nuestros estudiantes rebajando el nivel. Al contrario: un sistema educativo exigente, que combine la adquisición de competencias con la evaluación de conocimientos, es el camino a seguir y los hará más capaces.
el nivel, abandonamos los exámenes y exigimos el mínimo esfuerzo
No debemos encorsetar el aprendizaje a la realización de meros test, ni debemos forzar a los estudiantes a memorizar o recitar conceptos sin saber aplicarlos ni entenderlos, ni debemos dejar atrás al que no saca buenas notas... Pero tampoco podemos renunciar a los exámenes, a la puntuación y a penalizar el error. Sobre todo si lo hacemos de la mano de maestros que enseñen y acompañen como es debido.
La historia está llena de ejemplos de cómo una educación exigente y unos profesores entregados son vitales para el desarrollo de los alumnos. En Portugal han reducido del 40 al 6 % el abandono escolar y han mejorado enormemente sus resultados PISA, entre otras cosas, entendiendo el vínculo entre conocimientos y competencias. Y evaluando. Cuando en 1957 Albert Camus, hijo de una madre analfabeta, se alzó con el Premio Nobel, el escritor francés escribió una carta de agradecimiento a su profesor de primaria y le dedicó el premio. Fue él quien le animó a ir a la escuela secundaria y le ayudó a preparar el examen de ingreso. «Sin usted, no hubiese sucedido nada de esto», dijo.