Opinión

Creado:

Actualizado:

Hubo un tiempo en que todos mirábamos lo mismo. A una hora concreta, frente al televisor, familias enteras se reunían para ver el noticiario, un partido de fútbol o el anuncio de un coche que nos hacía soñar con libertad. Toni Segarra, uno de los grandes creativos publicitarios, recuerda con nostalgia ese poder centralizado de la televisión en una entrevista para el Diari. «Era un lavado de cerebro», admite, pero también «una forma de cultura popular». En ese entorno compartido, la publicidad no solo vendía, también contaba historias, creaba referentes, emocionaba. Sobre todo unía. Hoy, ese mundo ya no existe. Lo que antes era un único canal se ha convertido en miles de micropantallas. Las redes sociales y la inteligencia artificial han pulverizado el antiguo paisaje mediático. Ya no hay un solo relato. Hay millones. Y no todos son verdad. En este mismo Diari, el novelista Antonio Muñoz Molina advierte que vivimos en un tiempo en que la mentira ha alcanzado un poder sin precedentes. No es solo que confundamos la realidad con la ficción —como el Quijote, protagonista de su última novela—, sino que a veces ni siquiera queremos distinguirlas. La inteligencia artificial y las redes no solo entretienen o informan; también propagan falsedades con una eficacia aterradora. «Es algo completamente nuevo y destructivo», dice Muñoz, preocupado por una humanidad que «queda helada frente a la pantalla y se olvida de vivir». La comparación resulta inevitable. La televisión podía ser uniforme, incluso manipuladora, pero generaba comunidad. Las redes prometieron democratización, pero han dado paso a una selva de relatos enfrentados, donde la verdad es solo una opinión más. ¿Estamos entonces condenados al caos? No necesariamente. La creatividad y la emoción que Segarra reivindica siguen siendo posibles. Y la lucidez crítica que defiende Muñoz Molina es más necesaria que nunca. Lo importante no es elegir entre nostalgia o alarma, sino recuperar el criterio, formar ciudadanos capaces de identificar lo valioso en medio del ruido, lo verdadero entre la ficción interesada. La tecnología no es el enemigo. El abandono del pensamiento, sí. En la era de las pantallas, nos toca decidir si queremos ser consumidores pasivos o lectores críticos. Como en el Quijote, la locura no está en soñar, sino en olvidar que tras algunos molinos hay gigantes de verdad.

tracking