El Fortí de la Reina era más que un restaurante: era un emblema del patrimonio de Tarragona, un símbolo de nuestra ciudad que, lamentablemente, se perdió. En 2008, el histórico restaurante fue desmantelado, dejando un vacío que no solo afectó a Tarragona, sino que resonó más allá de nuestras fronteras y fue una pérdida colectiva. Lo que muchos quizás desconocen es que aquella pérdida pudo evitarse. En 2007, el entonces alcalde Ballesteros había acordado con el TSJC salvar el Fortí si la acusación retiraba la demanda. La oportunidad estaba sobre la mesa, pero la decisión de una sola persona, Rosa Elias, de no renunciar a la acción legal condenó al Fortí a desaparecer. Más allá de los errores administrativos que rodearon el caso, este hecho muestra cómo la intransigencia individual puede tener consecuencias irreversibles sobre el patrimonio colectivo. Es especialmente doloroso porque el Fortí no fue desmantelado por un fallo irreparable ni por la imposibilidad legal de conservarlo. Existía un camino para salvarlo. Una ventana que se cerró y dejó una cicatriz en la memoria de la ciudad con una lección clara: el patrimonio de todos no puede depender de la voluntad de unos pocos.
Pero hoy, quince años después, la historia parece abrir un nuevo capítulo. La noticia de que el Fortí podría regresar como restaurante, aunque con un aire distinto, nos devuelve la esperanza. Se trata de un monumento catalogado como Bé Cultural d’Interès Nacional, con 3.000 metros cuadrados entre sus dos plantas, y ya se están llevando a cabo conversaciones con el Ayuntamiento para que pueda reabrir. No solo es posible, sino que su regreso puede recuperar parte del espíritu de una época dorada para Tarragona. No será exactamente el lugar que recordamos, pero la esencia del Fortí puede volver a ocupar nuestro paisaje urbano y nuestra memoria afectiva.
Es un recordatorio de que la defensa del patrimonio requiere responsabilidad colectiva y decisiones valientes. Tarragona no recuperaría solo un edificio; recupera un símbolo de identidad, un pedazo de historia y, finalmente, la posibilidad de mirar hacia adelante sin olvidar.