La provincia de Tarragona está viviendo un inicio de año trágico. Solo en los primeros 45 días de 2025, ocho personas han perdido la vida en accidentes de tráfico, lo que duplica la cifra registrada en el mismo periodo del año anterior. Esta escalofriante estadística no solo refleja un aumento de la siniestralidad, sino que también pone de manifiesto una tendencia alarmante que debe ser abordada con urgencia.
Las muertes en nuestras carreteras no son simples números, son vidas truncadas, familias destrozadas, y una tragedia colectiva que debería impulsarnos a tomar medidas contundentes. Entre las posibles causas de esta fatalidad se encuentran las imprudencias al volante, la conducción distraída, especialmente por el uso del móvil, y el exceso de velocidad, un problema recurrente que sigue siendo uno de los principales factores de riesgo en nuestras vías. Sin embargo, no podemos olvidarnos de otros aspectos, como el estado de las infraestructuras viales, que en algunos casos requieren una revisión urgente.
Este inicio de año ya ha dejado claros signos de que algo no está funcionando correctamente. Solo en enero se registraron cinco muertes en las carreteras de Tarragona, lo que demuestra que, a pesar de los esfuerzos previos, seguimos sin poder controlar el ascenso de estas trágicas cifras. Las estadísticas no mienten, y los datos son escalofriantes, con 16 muertes en toda Catalunya en lo que llevamos de 2025. Ante estos números, la sensación de impotencia se vuelve aún más fuerte
Las autoridades ya han anunciado medidas como un incremento de la vigilancia en las motos y un enfoque más estricto sobre el exceso de velocidad, pero la solución no puede quedarse ahí. Es imperativo revisar las políticas de tráfico con una visión más amplia, que contemple no solo la vigilancia policial, sino también una mejora en la infraestructura vial, así como campañas de concienciación más efectivas. La educación en seguridad vial y la prevención de comportamientos imprudentes deben ser prioritarias. La mortalidad en las carreteras no solo afecta a los involucrados directamente en los accidentes, sino que repercute profundamente en toda la sociedad. Hablamos de vidas truncadas. De familias rotas.