Acaba una campaña enfangada

Anoche concluyó una agresiva campaña electoral que comenzó embarrada por la inclusión de exetarras en las listas de EH Bildu y ha terminado enfangada por las denuncias de compra de votos, dos grandes temas que han acaparado la agenda y han desplazado el debate sobre las propuestas de los diferentes partidos.

Si bien la polémica de los candidatos condenados por terrorismo fue cediendo a medida que pasaron los días, no ha sido así con las presuntas tramas de compra de votos en diferentes puntos de España, que han eclipsado cualquier otro asunto ya hasta el final de la campaña.

La cosa empezó en Melilla, pero a medida que han ido pasando las horas se han conocido más casos sobre posible fraude electoral, desde Mojácar (Almería) hasta Albudeite (Murcia), con varios candidatos investigados. Son hechos que en ningún caso cuestionan la validez del proceso electoral ni las normas y procedimientos que aseguran su limpieza, pero que deben ser investigados con todas sus consecuencias.

Porque comprar y vender votos constituye un delito que vulnera y desacredita gravemente los fundamentos de la democracia. El daño que tales prácticas hace a la credibilidad del proceso electoral y a la legitimidad de las instituciones merece un pronunciamiento claro y contundente por parte de todos los partidos que concurren a las elecciones.

Además, el hecho de dar dinero y ofrecer puestos de trabajo a cambio del voto supone tener una muy baja catadura moral, al aprovecharse de la necesidad de personas en serias dificultades económicas.

En todo caso, es imprescindible que en el momento del recuento no quede rastro alguno de sospecha en ninguna localidad de España, de manera que ningún partido y ningún ciudadano caigan en el despropósito de cuestionar los resultados, y mucho menos de proyectar hacia el conjunto del sistema la desconfianza que alientan los enemigos de la libertad y de la democracia.