Quizás sea el nuestro el único medio de comunicación que ha decidido guardar la calma. La llegada de Donald Trump por segunda vez a la Casa Blanca ha desatado una escalada de adjetivos. Parece como si abusar de ellos nos diera más razón o nos tranquilizara. Falsa quietud. La tormenta ya está aquí y ahora toca capearla. La primera razón que nos permite afirmar que la democracia americana no es algo de quita y pon es que su sistema de controles y balances es el más sólido del mundo junto al del Reino Unido. Recordando la portada de ayer del Diari, el mandato de Donald Trump tiene una duración: cuatro años. En esos cuatro años (pasan como un suspiro) se pueden hacer algunas cosas, pero se pueden deshacer pocas cosas. La segunda razón es que las órdenes presidenciales que Trump firma deben pasar por el Congreso y no todo es tan sencillo. Luego están los tribunales que también jugarán un rol esencial en esta presidencia, no absolviendo a Trump, sino juzgando sus decisiones políticas, que afectarán a la vida de millones de americanos. Y la tercera y última es la realidad, que es muy tozuda. Las razones detrás de las primeras decisiones de Trump no hacen más que reproducir el credo republicano que ya estaba claro en 1964 con la cadidatura de Barry Goldwater frente al demócrata Lyndon Johnson.
En ese momento la derrota republicana fue inapelable, pero las cosas han cambiado. Ciertamente, la victoria de Trump es inapelable, pero sus promesas son de tal magnitud que pueden generar enormes decepciones. Solo hay que tener memoria y recordar cómo eran los EEUU en los años setenta del siglo pasado. La violencia en los campus universitarios, la segregación racial, la pobreza. Hay que recordar que ese es un país que quiere soñar, quiere tener proyectos grandiosos. Se ha construido así, con mentalidad de conquista, de innovación, de meritocracia, de esfuerzo. Continuamos equivocándonos al juzgar a los Estados Unidos con mentalidad europea. Donald Trump o Elon Musk serán más o menos atractivos, pero hay que escucharlos bien, no quedarnos en sus gesticulaciones (como el saludo nazi). Hay que ir más allá, porque lo que dicen encierra el secreto que nos va a permitir derrotarlos. America, the land of the free, will prevail. La tierra de los libres prevalecerá.