La lucha contra los incendios

Apenas acaba de comenzar el verano y ya hemos sufrido incendios forestales de envergadura que han levantado la polémica por la falta de previsión y el abandono en que se hallan nuestros bosques. En efecto, es un adagio aceptado por los expertos que los fuegos que se producen en los bosques durante el estío deben apagarse en invierno, una reflexión que considera que antes de que llegue el calor estival hay un conjunto de políticas y actuaciones que se pueden desarrollar para evitar los incendios o minimizar sus consecuencias, de forma que cuando llegaran se pudiera actuar de manera más efectiva.

Y sí, el trabajo y la limpieza de los bosques durante todo el año para que no haya maleza seca que actúe de combustible es una tarea primordial, pero los últimos sucesos nos han enseñado que con eso no basta; hoy los incendios ya no se pueden apagar con lo hecho en el invierno anterior, hemos entrado en una nueva época.

La situación de emergencia climática en la que nos encontramos tiene como una de sus consecuencias condiciones meteorológicas que favorecen la proliferación de incendios y el aumento de su gravedad. Así lo aseguran los expertos, que consideran que «no hay dispositivo de extinción que pueda hacer frente a un incendio con temperaturas por encima de 40 grados, vientos de más de 40 kilómetros por hora, sequedad extrema y tormentas secas». En este sentido, hay que actuar sobre los bosques para que sean espacios de vida, pues resistirán mejor a los fuegos si son espacios en los que conviven agricultura, pastos, cultivos diversos, árboles de diferentes edades y condiciones...

Incluso eso será insuficiente si no actuamos de forma decidida sobre las emisiones contaminantes que agravan las crisis climáticas. Las administraciones tienen que favorecer, con ayudas si es preciso, que haya vida en los bosques. Porque la prevención durante todo el año es una inversión en futuro, no un gasto.