La odisea de viajar en tren

Los ciudadanos del territorio que utilizan el tren para desplazarse a sus lugares de estudio o a sus centros de trabajo en Barcelona saben que cada viaje puede convertirse en una odisea que eche por tierra sus planes de llegar a la hora prevista a su destino.

Y no solo porque, incomprensiblemente, el tren de Tarragona a Barcelona tarda ahora más tiempo que hace veinte años, sino también porque la cantidad y reiteración de incidencias hacen que resulte prácticamente imposible el cumplimiento de los horarios establecidos.

Sí, el tren, que debería de ser el medio de transporte público por excelencia, una alternativa limpia, sostenible y no sujeta a las colas que puede haber en la carretera, es, sin embargo, una constante fuente de problemas.

En la raíz del problema se halla una endémica falta de inversión que viene de muy lejos y se ha prolongado en el tiempo, un déficit histórico que hace que la infraestructura sea muy vulnerable, aunque también hay problemas de material y personal.

La fiebre por el AVE ha propiciado que desde 1996 el grueso de las inversiones ferroviarias tuviera la alta velocidad como destinataria, olvidando que son los convoyes de cercanías los que asumen más del 90% de los desplazamientos ferroviarios diarios.

El resultado es que los usuarios tarraconenses de las líneas de Media Distancia y de Rodalies se ven obligados a convivir con menos frecuencias, trenes abarrotados, más tiempo de viaje y horarios poco fiables. Aunque, como era de prever en un periodo electoral, el mal funcionamiento del servicio ha saltado a la campaña en forma de arma arrojadiza entre partidos, sería deseable sacar este problema de la pugna política para alcanzar un consenso, dada la necesidad de solucionarlo cuanto antes y de la mejor forma posible.

Porque los usuarios merecen un servicio fiable y eficiente que les permita viajar con comodidad y llegar a la hora. No es pedir demasiado; debería ser lo normal.