La pesadilla de la Covid persistente

Tres años después, con el número de casos en declive y ya sin la obligatoriedad del uso de la mascarilla en el transporte, la pandemia se va convirtiendo en un mal sueño que cada vez queda más lejano. Al menos, para el grueso de la población, porque hay una parte, los enfermos de Covid persistente, que sigue sumida en la pesadilla. Y es que se han cuantificado más de 200 síntomas relacionados con la denominada ‘long Covid’, y cada paciente sufre situaciones distintas con una cosa en común: la desesperación por haber visto mermada de forma muy drástica su salud, en muchas ocasiones sin la información ni el acompañamiento médico necesarios. No se trata de una excepción; se calcula que un 10% de la población que contrajo el virus ha desarrollado Covid persistente. En la provincia de Tarragona, donde al menos 260.000 personas contrajeron la Covid, estaríamos hablando de una cifra cercana a los 23.000 enfermos persistentes. La cifra es tan elevada que, paradójicamente, lejos de servir para ejercer presión, los propios enfermos temen que genere reticencias en las administraciones a la hora de reconocer la enfermedad legalmente. Y es que muchos pacientes han visto su salud tan deteriorada que ya no pueden trabajar. Y eso se traduce en menos ingresos, más problemas y peores condiciones de vida, aparte de los daños psicológicos y sociales que implica no poder hacer frente a las rutinas diarias. De hecho, la desesperación está llevado a algunas de estas personas a probar terapias alternativas que carecen de cualquier aval científico y que pueden suponer un riesgo aún mayor para sus organismos. Y es que, más allá de las secuelas físicas, está también el desgaste mental, al tener la percepción de que la gente quiere ya pasar página de la pandemia. Sí, ojalá podamos hacerlo pronto, pero el sistema, tanto el de salud como el administrativo, tiene que responder a esta gente para superar la Covid sin dejar a nadie atrás.