En la demarcación de Tarragona habitan más de 150 especies invasoras, bien en forma de plantas o de animales, que han sido introducidas de forma natural, accidental o intencionada en un medio que no es el suyo y que, después de cierto tiempo, han conseguido adaptarse al él y colonizarlo.
Es una de las consecuencias que ha traído la globalización, pero en modo alguno se trata de un problema baladí; según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, estas especies son la segunda causa de pérdida de biodiversidad en el mundo. Y los problemas que ocasionan tampoco son menores, con importantes impactos, además de en la fauna y flora locales, en la economía e incluso en la salud de las personas.
Lo saben bien los agricultores, sobre todo los de las Terres de l’Ebre, que en los últimos años han visto cómo especies llegadas de fuera, como el ‘cargol poma’, se comían sus cosechas. También pueden afectar a los cultivos en forma de plagas o enfermedades en árboles y plantas que representan un gran perjuicio. Lo saben también los apicultores, que observan con miedo la irrupción de la avispa asiática, capaz de acabar con cientos de colmenas de abejas.
Pero algunas especies invasoras suponen un riesgo nada desdeñable incluso para la salud de las personas, ya que introducen nuevos parásitos y enfermedades. Uno de los ejemplos más comunes en nuestro territorio es el mosquito tigre, ya asentado en amplias zonas de la provincia y cuya picadura puede transmitir enfermedades tropicales a las que no estamos habituados, como la fiebre del Nilo o el dengue –de hecho, en Reus se detectó recientemente un caso de esta enfermedad en un menor que no había viajado al extranjero–.
Lo peor es que, una vez se han instalado, resulta muy difícil erradicarlas. Los expertos insisten en que la mejor forma de combatirlas es la prevención, y es esta una tarea que nos compete a todos. En juego están nuestra biodiversidad, nuestra economía y nuestra salud.