Lecciones de la caída de Kabul

Ayer se cumplió un año desde que la caótica retirada de las fuerzas militares occidentales dejó vía libre para el regreso al poder de los talibanes. Las posteriores imágenes de la evacuación de decenas de miles de personas desde el aeropuerto de Kabul dieron la vuelta al mundo. La situación en el país centroasiático es, doce meses después, alarmante. Afganistán ha vuelto a sumirse en un régimen de represión, misoginia y miseria, con casi la mitad de la población necesitada de ayuda humanitaria para sobrevivir y el terrorismo yihadista orgulloso de haber recuperado su santuario. Las imágenes de los hospitales donde se atienden criaturas desnutridas son escalofriantes y omo se temía quienes peor lo están pasando son las mujeres, despojadas de los mínimos derechos humanos y sin posibilidad ni de trabajar ni de estudiar en la mayoría de los casos.

Un año después las lecciones son muchas. Una que la retirada de las fuerzas internacionales, especialmente las estadounidenses que desembarcaron en 2001 para capturar a Osama Bin Laden tras los atentados del 11-S, no fue la mejor opción.

En clave europea también. La precipitada y caótica salida de Afganistán de EEUU y de los países de la OTAN, como España, que protagonizaron distintas misiones durante dos décadas, cogió a los socios comunitarios sin mandos ni medios para influir en la toma de decisiones, bajo los dictámenes de los soldados norteamericanos.

La invasión rusa de Ucrania, que pronto cumplirá seis meses, ha vuelto a poner en evidencia esta situación y ha obligado a la Unión Europea a tomar conciencia de la necesidad de forjar una política de seguridad y defensa común independiente de los intereses de Washington, por mucho que siga siendo un aliado imprescindible para la preservación de nuestra estabilidad.