La situación actual no invita al optimismo. Desde el mes de mayo –marcado por el incendio en el enlace de Montcada Bifurcació que dejó fuera de servicio a más de 760 trenes en toda Catalunya– los servicios de la R2 sur y las líneas de Regionals han sufrido un total de 52 incidencias de carácter relevante hasta mediados de agosto, la mayoría (el 85%) por fallos en la infraestructura. Los retrasos han oscilado entre los 13 minutos y más de dos horas, afectando profundamente la vida diaria de miles de usuarios. Adif ha reconocido que la mayoría de las incidencias que se han registrado en este corredor son debidas al sistema de señalización, a causa de la ocupación en el circuito de vías, y también ha atribuido algunas incidencias a las obras de adaptación de la vía al ancho internacional y a labores de mantenimiento. Sin embargo, estas explicaciones no calman a los usuarios, que se sienten atrapados en un sistema ferroviario cada vez más frágil e ineficiente. Agosto, en particular, está siendo un mes crítico, con constantes retrasos y limitaciones de velocidad que han convertido los trayectos en un suplicio para muchos.
Con estos antecedentes, es difícil ser optimista sobre lo que ocurrirá a partir de septiembre, cuando está prevista una interrupción del servicio de tren por las obras en el túnel de Roda de Berà, que obligarán a desviar todos los trenes por una única vía. Cualquier fallo en esta ruta podría dejar incomunicadas a las comarcas del sur de Catalunya. El corte durante más de cinco meses podría agravar aún más la ya delicada situación del sistema ferroviario. Las promesas de mejoras y las obras en curso no bastan para restaurar la confianza en una infraestructura que ha demostrado ser incapaz de manejar la demanda actual. Es urgente que las autoridades tomen medidas decisivas para evitar que el caos se intensifique. Si no se actúa con rapidez y eficacia, la interrupción del servicio podría convertirse en una crisis aún mayor, poniendo en peligro la movilidad de miles de personas en Catalunya.