En el 70 aniversario de la liberación de Auschwitz, las cámaras han enfocado el sarcástico lema que campea en la puerta: «Arbeit macht frei» (El trabajo hace libre).
Joseph Ratzinger, forzado en su día como todo adolescente alemán a inscribirse en las Juventudes Hitlerianas, relata que en el campo de trabajo al que le destinaron se rendía una especie de culto a la azada. Se aprendía a cogerla, a llevarla sobre el hombro, a dejarla, como una liturgia. Y se revisaba su perfecto estado una vez usada. Si los mandos advertían una mota de barro, su portador se exponía a un duro castigo.
Una mota de polvo era más que una persona. La raza, la nación, el régimen, la ideología, todo era más que las personas. Ratzinger comenta: Las SS la formaban bautizados vueltos ateos. Goering había dicho: ·Hitler es nuestra conciencia». Rendían culto a la limpieza de la azada… y ellos mismos eran barro.