El mar y los barcos de inmigrantes

España considera injustas las cuotas de asilo que propone Bruselas, pero todas las cuotas son injustas y ésta no tenía por qué ser una excepción. Lo que quizá sea algo exagerado es atacar a los barcos que transportan a esos viajeros involuntarios. Todos estamos casi de acuerdo en que aquí no caben todos los que quieren entrar desde las costas de Libia hasta las europeas y hay que restringir la hospitalidad.

El año pasado por aguas del Mediterráneo arribaron unas 170.000 personas, que son muchas, aunque algunos no las consideren personas.

Como siempre hay gente que comete el error de creer que todos los problemas tienen solución, antes de requisar y destruir las embarcaciones que especulan con carne negra, que quieren el aval del Consejo de Seguridad de la ONU. Sólo falta un papel. Mojado, por supuesto.

Mal momento para los trámites. Los partidos políticos están luchando a brazo partido, ya que se lo han roto repartiendo papeletas para convencer al electorado que debe votar. A quien sea, pero a alguien.

Los que siguen creyendo que la estadística es una ciencia exacta hasta la víspera afirman que jamás ha existido un electorado más indeciso. El 30% desea apoyar a alguien, pero no sabe a quién. Si los expertos en sondeos no estuvieran previamente majaras incurrirían en esa dolencia, que no es pasajera, sino vitalicia.

Un buen majarón no se improvisa. Dicho en su colectivo descargo hay que reconocer que no les gusta ningún candidato. Unos por demasiado cándidos y otros por oportunistas y aprovechados.

Están aburriendo hasta los líderes más recalcitrantes. El imperturbable Rajoy baraja la posibilidad de enviar a José Ignacio Wert de embajador ante la OCDE. ¿Qué le habrá hecho la OCDE?

Los que tienen menos opciones son los inmigrantes que encuentran en cada puerto un desamor. Ganas tenemos de que pasen estas elecciones y cese la tabarra o bien sea sustituida por otra y nos expliquen por qué ganaron hasta los que perdieron.