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    El problema del plástico

    Inacción. Sólo el 5-6% del plástico que se usa en EEUU se recicla. Cada año, millones de toneladas van a los océanos. ¿Qué hacemos, además de lamentarnos?

    08 mayo 2022 19:43 | Actualizado a 08 mayo 2022 22:06
    Gustau Alegret
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    En las últimas décadas, el mundo ha cambiado su modelo de consumo. Todo es más global, más rápido, más intenso y el coste se prioriza sobre cualquier cosa. Tenemos más productos al alcance, mejor nivel de vida que generaciones anteriores y más poder adquisitivo. Consumimos más, aunque no lo necesitemos. Y eso tiene consecuencias porque el modelo está pensado no sólo para que no dejemos de consumir sino para que consumamos más: generamos toneladas de desechos que el sistema no es capaz de procesar.

    El filósofo esloveno Slajov Žižek reflexionó sobre esto en 2008 en el documental Examined Life. Filmado frente a una montaña de desechos, en un vertedero, Žižek dice que «una parte de nuestra percepción diaria de la realidad se basa en creer que esto (apunta a una montaña de basura) desaparece de nuestro mundo. El problema es que la mierda no desaparece». Los residuos orgánicos se pudren, pero el problema no son esos sino todo lo demás, especialmente el plástico.

    Esta semana, dos organizaciones impulsadas por voluntarios, Last Beach Cleanup y Beyond Plastics, presentaron un informe con datos para reflexionar. El trabajo analizó la polución resultante de nuestro sistema de consumo y, particularmente, del uso del plástico y su impacto en el medio ambiente. El trabajo se centra en Estados Unidos y deja en evidencia el mito del reciclaje.

    Según este informe, más del 80 por ciento de plástico que utilizamos acaba en vertederos; alrededor del 13 por ciento se incinera; y solo el 5-6 por ciento se recicla. Da igual si el plástico es o no reciclable: solo el 5-6 por ciento se recicla. El resto, termina en vertederos, y millones de toneladas acaban en nuestros océanos cada año.

    La reflexión de Žižek es muy pertinente frente a esos datos. Parte de nuestra percepción diaria de la realidad es que esa basura, ese desecho, desaparece de nuestro mundo... «el problema es que (...) no desaparece».

    No hay duda de que el modelo de consumo hace difícil evitar los desechos en los niveles de hoy, particularmente de plástico. Casi todo lo que compramos viene envuelto en materiales que son difíciles de clasificar y reciclar; y aunque lo sean, no los reciclamos. Los tiramos a una basura que «desaparece de nuestro mundo».

    Con frecuencia, la primera respuesta que tenemos cuando nos enfrentamos a la realidad de los desechos que producimos es la de exigir a las empresas que no usen plástico; y a los políticos que cambien leyes. Ambas cosas son necesarias, sin duda. Pero el cambio empieza por nosotros, con nuestro comportamiento y con pequeños gestos.

    En el café que nos compramos en un bar o tienda para llevar, ¿realmente necesita esa tapita blanca que nos ofrecen? Si nos lo tomamos en la barra, ¿podemos pedir que sea en taza de cerámica o vaso de cristal? La verdura o fruta que escogemos en el supermercado, ¿la tenemos que separar por bolsas distintas o la podemos agrupar en una sola bolsa; o mejor aún, traer una de casa? La bebida o refresco, ¿puede ser de botella de cristal? ¿Podemos llevar en el coche o en el bolso una bolsa plegable para usar cuando la necesitemos para evitar que nos den una nueva cada vez que compramos algo? Y como estos, hay otros miles de pequeños ejemplos, pero tenemos que pedirlos, exigirlos y forzarnos nosotros para cambiar.

    Žižek reflexionó sobre la basura y el ecologismo frente a montañas de desechos hace más de 10 años. Desde entonces, los datos de basura per cápita han continuado aumentando. También la conciencia social, pero no al nivel que debería para detener o transformar este modelo de consumo de nuestro tiempo.

    La basura no desaparece. Los ayuntamientos podrían organizar y animar a sus ciudadanos a visitar, al menos una vez al año, los vertederos y destino de la basura que generamos. Eso nos ayudaría a abrir los ojos.

    Solo tenemos un planeta y este ritmo de polución al que lo estamos sometiendo no puede ser indefinido. El cambio empieza por nosotros.

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