Eslovaquia se independizó en 1993. Francisco visita estos días el país cuyas raíces cristianas se remontan al año 862, cuando el príncipe de Moravia escribió al emperador de Bizancio: «No entendemos ni griego ni latín (…) Enviadnos maestros que nos enseñen las Escrituras y su sentido». Y llegaron San Cirilo y San Metodio.
El domingo Polonia celebró la beatificación del cardenal Wyszynski, encarcelado por los comunistas de 1953 a 1956, y el mismo día Francisco –tras hacer escala en Hungría, donde clausuró el Congreso Eucarístico de Budapest– llegó a Eslovaquia, país de cinco millones de habitantes, de los que cuatro se confiesan católicos.
Polonia, Hungría y Eslovaquia muestran esta semana que el catolicismo sigue vivo en el corazón de Europa.