La Consejería de Educación de Cataluña ha fijado del 10 al 17 de marzo para que los padres escojan la escuela que quieren para sus hijos. Y en este momento los padres también deben escoger si quieren que sus hijos estudien el área de religión y moral católica o su alternativa, que será el área de educación en valores sociales y cívicos. Cuando los alumnos son mayores son ellos mismos los que deben escoger cuál de estas dos asignaturas quieren cursar.
Hay momentos importantes en que los padres y los propios alumnos deben tomar decisiones que les pueden marcar mucho en su educación y, por tanto, en su vida. Y no tengo ninguna duda que escoger o no la asignatura de religión es uno de esos momentos. Me gustaría razonarlo.
Siempre he pensado que la ignorancia es el peor enemigo de Dios y de la persona, porque sin conocer las cosas no se puede decidir ni situarse en el mundo y en el lugar donde vivimos. Y la religión católica es la que ha modelado nuestro país a lo largo de los más de mil años de historia. Pero aún más importante que la cultura es lo que aporta la religión a la educación de los niños y de los jóvenes y, por tanto, también a la sociedad. La educación debe ser integral, dicen los expertos, y la dimensión trascendente es una de las dimensiones de la educación. Las grandes preguntas se plantean en esta asignatura: quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos. El estudio de la religión en la escuela, diferente de la catequesis parroquial, favorece el pleno desarrollo de la personalidad humana en todas sus dimensiones: mente, cuerpo, espíritu; ayuda a conocer la existencia de unos valores según los cuales se determina la manera de ver la vida y de comportarse con respeto y tolerancia hacia los demás. La enseñanza escolar de la religión cumple el derecho y el deber que tienen los padres para con sus hijos, así como el de todo creyente de recibir de una manera estructurada, orgánica y sistemática el contenido del mensaje cristiano: esto hoy en día sólo se puede llevar a cabo en el ámbito escolar.
Animo, pues, a los padres y madres a inscribir a sus hijos en la clase de religión en la escuela que hayan escogido y que animen a otros padres y madres a hacerlo. Disponen de unos buenos maestros y profesores de religión, muy bien preparados, dispuestos a ayudar a sus hijos, que ojalá que sean sus alumnos.