Un Nobel
en su vida

Al Gobierno de Castilla y León hay que agradecerle su determinación. Ahí tenemos trabajando a gente con las miras altas y el corazón valiente, hay que decirlo bien claro. No me extraña.

Cuando empieza uno hablando de la Reconquista forzosamente tiene que poner en marcha ideas tremendas, de resonancia universal. La Junta acaba de publicar un anuncio que ha causado gran revuelo en la comunidad científica: ofrece contratos de seis a doce meses a señores que tengan un Premio Nobel o la medalla Fields de matemáticas. Sueldo a convenir, pero sin venirse arriba.

Los investigadores españoles se están choteando de lo lindo en Twitter, pero en sus sarcasmos solo veo mezquindad y endogamia. Seguro que a estas horas, en algún oscuro despacho de Princeton, hay un Premio Nobel que se muere de ganas por conocer Villafranca del Bierzo y solo necesita este empujoncito. Yo anticipo riadas de premios nobeles con dirección a Valladolid, hasta el punto de que probablemente haya que habilitar aseos y refrescos en las áreas de servicio de la autopista, como cuando se hace la operación Paso del Estrecho.

A esta pobre gente del Nobel, acostumbrada a dormir en albergues y a alimentarse de latas, la perspectiva de poder comer caliente durante seis meses les resultará arrebatadora.

Pronto tendremos a los mejores matemáticos del mundo derramando logaritmos por las calles de Soria y no descartemos que alguno acabe poniendo una academia para sacarse un sobresueldo enseñando ecuaciones a los alumnos de la ESO. A mí esta me parece una batalla ganada y más cuando los nobeles se enteren de que los martes van a poder ir al cine por dos euros, tan ricamente.