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    Espinàs, padre de PortAventura

    06 febrero 2023 18:42 | Actualizado a 07 febrero 2023 07:00
    Josep Moya-Angeler
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    Desde Saint Louis, en su despacho, Randy Baker fue tajante: «No sabemos qué nombre poner al parque de Vilaseca-Salou. Busquen a alguien que lo bautice». Baker, vicepresidente de Busch Enterteiment, no solamente reconocía que no era capaz de encontrar un nombre al parque, sino que como buen líder supo delegar esa función. Corría julio del 1989 y los de Fleischam & Hillary –su agencia de PR americana– encontraron la solución: «Reúnan a creativos catalanes y celebren un brain storming» (tempestad de cerebros), nos decían a los de Catalunya. Lo que parecía una orden castigadora, fue una bendición.

    Se celebró la reunión. Y las mentes pensantes –no diré nombres– propusieron bautizar el parque con los nombres más insólitos y menos acertados posibles. Pero hubo uno, que en una hoja de papel escribió ‘Port Aventura’. Su explicación era irrebatible: a la gente le resulta irresistible la palabra ‘aventura’, desde niños queríamos vivir aventuras, y de mayores también porque de lo contrario no habría amores prohibidos.

    Y ya que estamos en el Mediterráneo y las tierras de Tarragona están llenas de puertos, decir que vamos a un puerto es el mejor anuncio de una aventura. ¡Aprobado! No se discutió más. El firmante de aquella idea era Josep Maria Espinàs, aventurero él por todas las tierras catalanas, viajero andante de pueblo en pueblo, que es mejor manera de caminar.

    Meses más tarde, vencido ya el verano y el otoño, la separación de Salou de su madre Vila-seca halló en Port Aventura el motivo de una nueva discusión sin límite que acabó tumbando la voluntad de los norteamericanos que estaban invirtiendo muchos dólares en la compra de terrenos, con un futuro incierto.

    Y las mentes pensantes propusieron para el parque los nombres más insólitos y menos acertados. Pero hubo uno que en una hoja de papel escribió ‘Port Aventura’. Era Josep Maria Espinàs

    Fue entonces cuando me acordé, entre otros, de Espinàs y de Manuel Ibáñez Escofet (subdirector de La Vanguardia), buenos amigos que me apreciaban más de lo que yo merecía. Conversaciones breves, entendimiento total. Al cabo de pocos días, Espinàs e Ibáñez publicaban sendos artículos sobre la necesidad imperiosa de que los de Salou hicieran posible el parque.

    Mi audacia, con la que he suplido ciertas carencias, al querer comprometer a los dos articulistas más leídos de Catalunya, dio su fruto. Sólo los necios no entendieron o no leyeron a estos dos periodistas y los de Busch acabaron por desinflarse, pese a que eran ya legión los que en Salou pedían el parque, con el hotelero Rafael López en cabeza.

    Ahora que hemos perdido a Josep Maria Espinàs, sólo anotaré aquí mi telegrama enviado a los amigos, por watsap, para definir a este escritor inacabable: «Amigo. Noble. Sincero. Gran persona. Humilde. Trabajador incansable.

    Todo un estilo de vida, sencilla, con dosis de humildad y reflexión, se nos va como se nos secan los pantanos. Sin personas como Espinàs, nuestra sociedad se reseca lentamente

    Una enciclopedia», y añadí eso que ya he dicho: «Me apreciaba inmerecidamente». La generosidad es un don que los amigos prodigan. En Espinàs se acentuaba a través de sus escritos y en especial en el trato personal. Siempre escuchaba con interés y trataba de hacer caso. Escribía con una sencillez limpia y directa. Pero no era una amistad de bonifacio, pues quien ha dicho que era amigo de Pla y Cela es que no conocía a Espinàs, que a veces me definía a ambos como truculentos escritores, y los conocía muy bien. De Pla decía que escribía con una lentitud imposible en el periodismo y de Cela que era un vago que construyó un personaje escandalizador.

    Nos quedamos, día a día, huérfanos de columnas que, como hitos de un camino, nos marcan la senda de la rectitud y el esfuerzo que nos ayudan a avanzar. Todo un estilo de vida, sencilla, con dosis de humildad y reflexión, se nos va como se nos secan los pantanos. Sin nubes no habrá lluvia que los llene. Sin personas y personajes como Espinàs, nuestra sociedad se seca y reseca lentamente.

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