Silencio y palabra

Uno de mis deseos para este 2023 es un largo y profundo silencio para todas y para todos. Largo, porque el año que acabamos de dejar atrás apenas nos ha dejado espacios donde poder respirar y sentir sin la amenaza de un mundo que no sabe ser mundo, y profundamente, porque es en lo profundo donde las personas nos encontramos de verdad, sin el ruido mercantilizado en el que vivimos. Hablo de un silencio abundante y maduro, un silencio fuerte y sincero, que remolque la miseria de cada año y la mande al carajo, de una vez por todas.

Un silencio ininterrumpido, inteligente y rabioso, que llegue a nuestro corazón sin tantas rejas, fronteras y pasaportes. Un silencio inteligente porque es preciso no dejarse llevar por otro silencio politizado y propenso a cierto engaño, y rabioso, porque sin una rabia dignificada no hay remolque ni justicia posible. Un silencio que haga llover tanto, tantísimo, que tengamos que improvisar escamas y una boca de pez.

Un silencio colectivo que no se confunda con la indiferencia colectiva, aquella que roba la paz a quienes el mundo sigue quitando toda posibilidad de futuro y de dignidad; a quienes la suerte siquiera ha tocado ni el mérito ha sabido ver. Un silencio que sea una revolución en lugar de una enfermedad del sentido y de las emociones. Eso es, un silencio fraterno y cercano, un silencio total, que remolque la miseria y nos extirpe al esclavo que llevamos dentro.

Tras el silencio viene la palabra, y este es mi segundo deseo, las palabras, pues sin ellas somos personas sin cuerpo, flores sin colores, música sin sonidos. «Que tus palabras sean mejores que el silencio» es mucho más que un consejo, se trata más bien de una aseveración provocativa para que las palabras se llenen de ímpetu y no se dejen abatir por cualquiera. Si como suele decirse las palabras se las lleva el viento, ¿que quedará del silencio que le precede? ¿Qué quedará de nosotros?

Les deseo pues una palabra que nombre. Que nombre las cosas que ocurren sin miedo, que siembre el uso de la palabra para decir lo que se quiere decir dejando a un lado los intereses de poder y los colonos del discurso. Una palabra cuyo ‘medio de comunicación’ sea la persona. Una palabra que interrumpa el engranaje económico que nos enferma y diga ¡basta! con un estruendo tal, que algunos edificios tiemblen y otros más grandes caigan. Una palabra que, con el impulso del silencio, dé nombre a lo que por obediencia nadie quiere nombrar, una palabra que moleste e interrumpa lo que nadie se atreve a interrumpir, una palabra que transforme y reinvente el mundo tras el paso del gran remolque.

Próspero año nuevo a todas y a todos: por la insurrección que se acerca entre los silencios y las palabras. A mi familia y a mis amigos, por su generosidad, a mis pacientes que tanto me enseñan con su silencio y su palabra. Por todos aquellos instantes que compartiremos, por el silencio fértil y revolucionario que está en camino, que viene, que habla, que ya está aquí...