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    Una sociedad de luchadores

    25 agosto 2022 19:17 | Actualizado a 26 agosto 2022 07:00
    Josep Moya-Angeler
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    Ala sombra de la Torre de los Escipiones, conocí el martes al alsaciano Guy. Me comentó que los alsacianos y los catalanes nos parecemos mucho. Hablamos de dos países con similar identidad y muchos trasiegos históricos. Le dije que los catalanes enfocamos la vida a base de esfuerzos para intentar llegar a alguna parte. Y hablamos de algo que parece haber caído en el olvido: la sociedad civil catalana, aquella que tantos logros consiguió y que hoy parece barrida por el desencanto y los palos recibidos en el último lustro, después de no menos castigos durante décadas. La nuestra fue y tal vez vuelva a serlo algún día, una sociedad de luchadores.

    Uno de los titanes de esa pugna por progresar lo perdimos el pasado domingo. Fue Josep Espar Ticó, fallecido con 94 años, con quien compartí el vano intento de hacer en la zona del Pla de Santa María lo que dimos en llamar un Identirama, una especie de parque temático muy atractivo en donde explicar y disfrutar con sentido lúdico los trazos identitarios de Catalunya. Un proyecto bien armado, cargado de actividades, tradiciones, señas emblemáticas y un ilimitado programa amalgamado en torno a lo que para turistas y para muchos catalanes era la poco conocida Catalunya. Se contaba ya con los primeros 500 millones de pesetas para adquirir los terrenos, pero Lluís Prenafeta los desvió para comprar tierras adyacentes a Sant Pere de Roda. Una lástima, porque el proyecto era muy prometedor y se basaba en la idea –que no en las formas- del Skansen de Estocolmo que en su día proyectó Artur Hazelius. Port Aventura, la de los americanos de Bush, con quienes trabajé luego cuatro años, barrió la idea.

    Uno de los titanes de esa pugna por progresar lo perdimos el domingo. Fue Josep Espar Ticó, fallecido con 94 años, con quien compartí el vano intento de hacer en la zona del Pla de Santa María un Identirama

    Josep Espar Ticó fue un incansable coloso, decisivo en la recuperación de la cultura catalana. Él creó la discográfica Edigsa que aglutinó la Nova Cançó. Él impulsó el diario Avui, el primero en catalán tras la dictadura. Él impulsó la candidatura de Jordi Pujol al liderazgo político. También fue él quien organizó el Congrés de Cultura Catalana y el de Llengua Catalana. Movió multitudes, organizando manifestaciones masivas. Estaba allí donde hacía falta que alguien hiciera despertar a una sociedad castigada. Nada le fue gratuito, todo le requirió grandes esfuerzos, pero logró agitar y dar cuerpo a la famosa “societat catalana” que desarrolló con viveza, económicamente, el país y apoyó su cultura a través de una dinamización que fue ejemplar.

    Ahora, esa sociedad se ha licuado, parece escondida, pertenece a una generación del confort que cree en esa máxima tan española de que «el dinero está ahí, sólo tienes que cogerlo» que ha derrotado a base del ejemplo de la pillería y la corrupción a esa otra de «el dinero está ahí, tienes que ganártelo». Tal vez yo esté equivocado y en realidad este es un país de tenaces que se toman ahora un respiro, porque nunca se dan por vencidos.

    A la sombra de la Torre de los Escipiones, que este verano ha resistido incluso a un destructor rayo, sus piedras parecen repetirnos esa frase que Pla escribió cuando pasó por el cabo de Salou en su barquita: «En aquest país hi ha coses que no venen d’un segle». No sé si Guy, el alsaciano, me ha comprendido.

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