Cuando el agresor se hace la víctima

En la guerra, ganar en eso que llaman el relato, o sea, contar las cosas que suceden de una determinada manera, es casi tan importante como las victorias en el campo de batalla. Y este afán por convencer y justificar a veces las peores atrocidades suele conducir a menudo a un cinismo tan carente de vergüenza como de argumentos objetivos.

Pensaba en esto cuando ayer escuchaba a las autoridades rusas criticar amargamente el «ataque terrorista» contra Moscú cometido presuntamente por Ucrania mediante unos drones que habrían sido abatidos por las defensas antiaéreas de Putin.

No sé cuál es la vara de medir de los capitostes rusos a la hora de calificar una acción como «ataque terrorista», pero me llama poderosamente la atención que pongan este adjetivo a este acto mientras cientos de aparatos no tripulados rusos bombardean la ciudad de Kiev de forma inmisericorde, haciendo volar por los aires colegios, hospitales y edificios donde habitan ciudadanos desarmados, ancianos, mujeres y niños que engrosan en gran número la cifra de muertos de esta guerra estúpida y cruel.

¿Acaso no es eso terrorismo? Ah, no, disculpen; esas acciones forman parte de la «operación militar especial», un eufemismo que encierra en sí mismo una gran dosis de cinismo. En fin, supongo que piensan que en la batalla por el relato, como en la guerra en sí, también vale todo, incluso tratar de aparecer como las víctimas cuando son los agresores. En fin...