Disciplina positiva

Yo pertenezco a aquella generación que creció bajo el lema de que «la letra con sangre entra», una máxima que algunos de mis maestros siguieron al pie de la letra –¡cómo olvidar a don Adolfo, que en sexto de EGB ponía a toda la clase en fila india y pegaba con una vara de avellano en las nalgas a quien no supiera declinar los verbos! Y si te quejabas en casa, aún te caía una bronca, porque en aquella época los maestros sí eran una autoridad–. ¡Cómo han cambiado los tiempos! Ayer leí que acaba de nacer la Fundación Educa Bonito, la primera entidad exclusivamente de disciplina positiva en España, con el objetivo de impulsar una educación sin gritos, amenazas ni castigos. Según explican los adalides de esta iniciativa, la disciplina positiva no está relacionada con la permisividad ni con la ausencia de normas o límites, sino que es un estilo de crianza que persigue que los hijos sepan afrontar con éxito sus desafíos vitales sin violencia y desde el respeto, pero con firmeza. Añaden que los padres que educan de esta forma son aquellos que no experimentan sentimientos fuertes como la ira, la frustración o el miedo –quien esté libre de estos ‘pecados’ en algún momento de la crianza de sus hijos, que tire la primera piedra; no seré yo, desde luego–. El objetivo, en fin, es el que ha sido siempre: hacer de nuestros pequeños personas responsables, autónomas, resilientes, respetuosas, tolerantes y empáticas. Ojalá lo consigamos. Si es con este método, aún mejor.