Muertes sospechosas

Ser miembro de la elite rusa se ha convertido en una profesión de riesgo. Y es que en los últimos meses son unos cuantos ya los que han fallecido en circunstancias un tanto extrañas. El último fue el exjefe del Instituto de Aviación de Moscú, Anatoly Gerashchenko, que el miércoles resbaló en las escaleras en la sede del instituto. Antes que él murió el presidente de Lukoil, Ravil Maganov, tras «caer de la ventana» de un hospital, el 1 de septiembre; el 6 de junio fallecieron Vladimir Gabrielyan y Sergei Merzliakov, dos altos cargos de la red social VK. Sufrieron un accidente de coche y «fueron arrastrados» a las profundidades del mar. El 8 de mayo la parca visitó a Alexander Subbotin, exgerente principal de Lukoil, encontrado muerto en la casa de un chamán adonde había ido «para obtener una cura contra la resaca» que incluía veneno de sapo. El 19 de abril Vladislav Avayev –ex-vicepresidente de Gazprombank– y Serguéi Protonsenya –vicepresidente de Novatek– se suicidaron tras matar a sus familias. El 24 de marzo Vasili Melnikov, propietario de MedStom, fue asesinado a puñaladas en su casa, junto a su esposa y sus dos hijos, de 10 y 4 años. El 28 de febrero, el ejecutivo de Gazprom Mijail Watford fue hallado ahorcado en su garaje. Una muerte idéntica a la de su colega Alexandre Tyulyakov, tres días antes. Y el 30 de enero Leonid Shulman, ejecutivo de Gazprom, fue hallado muerto en el baño de una cabaña. Para echarse a temblar con tanta casualidad, ¿no?