Sin ensaladilla rusa

Hay veces en las que uno siente que ese afán por lo políticamente correcto, por tratar de evitar molestar a alguien, se nos va de las manos y las posibles buenas intenciones dan lugar a situaciones, cuando menos, ridículas.

Vean si no esa decisión de la cafetería del centro de prensa de la recién celebrada cumbre de la OTAN, en el recinto ferial de Ifema, que rebautizó uno de sus platos más solicitados, la ensaladilla rusa, como «ensaladilla tradicional», después de la avalancha de bromas en las redes sociales por el hecho de que Rusia «se colara» en una reunión de la Alianza Atlántica.

Más listo estuvo el chef José Andrés, quien en el menú que preparó para los ministros de Exteriores y de Defensa de los miembros de la OTAN en la cena del martes evitó la polémica sirviendo una «ensaladilla Kiev».

El caso es que no es la primera vez que este modesto plato sufre un cambio de nombre por razones políticas, ya que durante unos años de la posguerra española fue rebautizada como «ensaladilla nacional». Al parecer, siempre que hay problemas con Rusia lo paga la ensaladilla. Sí, así de profundos somos.

Ahora nos pondremos a cambiar los nombres a todo: las montañas rusas –de hecho, la de Igueldo, en San Sebastián, siempre fue suiza, quizá por su reducido tamaño–, la ruleta rusa, los filetes rusos... Y es que ya hay gente que propone hacer boicot a todo esto. Hombre, a la ruleta rusa yo, desde luego, sí renuncio. A todo lo demás, pues qué quieren que les diga... ¿Servirá de mucho?