Tarragona, mucho más que sol y playa

Soy consciente de que no diré ni descubriré nada nuevo al afirmar que la demarcación de Tarragona tiene un buen número de tesoros más o menos ocultos, alejados de las principales zonas que congregan a la inmensa mayoría de los turistas que nos visitan. Sí, basta adentrarse unos kilómetros en el interior de esta provincia para hallarse en medio de bucólicos paisajes en pequeños pueblos rurales que mantienen vivo todo su encanto. Fue lo que me pasó a mí el domingo, cuando fui invitado a una finca vitivinícola de Vilabella propiedad de Oriol Pérez de Tudela –un gran anfitrión, por cierto– para disfrutar de dos de los grandes placeres de la vida, el vino y la literatura. Fue realmente una jornada placentera. Sin duda, en ello, además de la agradable compañía, tuvo mucho que ver el entorno, un gran jardín verde salpicado de cultivos de viñas que transmitían una inmensa paz. A apenas unos kilómetros de la ciudad de Tarragona. Sí, me sucede cada vez que visito uno de nuestros pueblos; siempre acabo recomendándolos a mis amistades, que llegan aquí a la búsqueda de ese sol tan caro de ver en el País Vasco y que acaban descubriendo encantados que Tarragona es mucho más que sol y playa. Muchísimo más.