Todo por el poder

Ya decía el otro día en esta misma columna que, pese a lo que dijo Rajoy, no es el vecino el que elige al alcalde... Lo estamos comprobando estos días, en los que asistimos a todo tipo –y todo tipo quiere decir todo tipo– de maniobras entre los partidos en ese juego tan antiguo del ‘quítate tú para ponerme yo’ en el que valen incluso los empujones. De entrada, hay que decir que los pactos entre ‘perdedores’ para tumbar al ‘ganador’ son totalmente legales e incluso en ocasiones resultan positivos para los gobernados. Pero, en aras de una mínima credibilidad, esa virtud que tanto se echa de menos en buena parte de nuestra clase política, los acuerdos deberían alcanzarse en función de programas, de proyectos, de formas más o menos comunes de entender la ciudad y lo que necesita para mejorar la vida de sus vecinos. Lástima que no sea este el principio que domine en muchos de los acuerdos ni en las negociaciones. De hecho, hay casos en los que, con tal de obtener la alcaldía, hay candidatos/as dispuestos/as a ofrecer lo que sea –y lo que sea es lo que sea y a quien sea–. Se corre el riesgo con estas prácticas de que los votantes sientan que su decisión no es respetada y que aumente aún más el desencanto y, con él, los adeptos al partido de la abstención. Quizá sería un buen ejercicio de transparencia que los candidatos digan en campaña con quién pactarían y con quién no lo harían. Para que el votante lo sepa antes de ir a la urna. Y no que los pactos se hagan después olvidando principios y teniendo en cuenta solo la aritmética. Y el ansia de poder, por supuesto.