Una victoria cruel

En el deporte tan importante es saber perder como saber ganar. Y, a la vista de los acontecimientos, también lo es saber celebrar las victorias –conozco casos de jugadores que se han lesionado festejando un gol–. Quizá pocos triunfos sean tan crueles como el del eritreo Biniam Girmay, que hizo historia el martes al convertirse en el primer ciclista del África negra en ganar una etapa en una gran vuelta –el Giro de Italia–. Y lo hizo nada menos que imponiéndose al sprint al neerlandés Mathieu Van der Poel, lo que aún otorga más valor, si cabe, a su hazaña.

El héroe es un chaval nacido en Asmara –aunque ahora vive en San Marino– en el año 2000, de origen humilde, que corre en bicicleta con la determinación de quien se siente elegido para una misión. Al acabar la carrera, como no podía ser de otra forma, estaba feliz y recogía felicitaciones por doquier.

Pero su alegría se transformó en drama en apenas unos minutos, cuando, ya en el podio, agitó la botella de champán, la posó en el suelo –los vencedores de la etapa acostumbran hacerlo porque pesa mucho– y el tapón salió como un proyectil que impactó en su ojo izquierdo, lo que le llevó a la enfermería y ayer le obligó a abandonar la carrera. Algo similar le había pasado días atrás al propio Van der Poel, pero en esa ocasión el impacto fue en la ceja. Así que el ganador de ayer se encontró la botella de champán... sin tapón. Y es que el deporte y el alcohol no casan bien. Eso sí, Girmay tiene un futuro prometedor y África, un ciclista para soñar.