Virus y ni una vacuna

Han pasado dos años largos desde que la Covid-19 irrumpió en China para expandirse con rapidez y saña por todo el mundo. Bueno, por todo el mundo, no; al menos, de forma oficial: ayer Corea del Norte comunicó sus primeros casos de coronavirus, al informar de «una brecha» en el sistema de prevención epidémico que ha cerrado durante todo este tiempo un país ya de por sí hermético. Y es que Corea del Norte mantiene desde 2020 unas estrictas restricciones que incluyen impedir que alguien entre en el país, reforzar vallas fronterizas, disparar a toda persona que se acerque a la divisoria o desinfectar durante semanas las importaciones que llegan de China. Los positivos se han infectado con la variante ómicron, muy contagiosa.

Y, aunque Kim Jong-un instó –por decirlo de alguna manera– a todas las ciudades y condados del país a confinarse completamente, se teme una catástrofe sanitaria si el virus se extiende. Y es que Corea del Norte es, junto a Eritrea, el único país del mundo que no ha reportado una sola inoculación contra la Covid, al rechazar dos envíos de vacunas de AstraZeneca y Sinovac, al parecer porque el régimen se niega a la entrada de personal foráneo para ayudar a preparar las cadenas de frío necesarias para distribuir y almacenar vacunas, requisito de COVAX para entregar los casi 5 millones de dosis que Piongyang acabó rehusando. Me parece terrible que un líder iluminado anteponga su desconfianza a la salud y la vida de su pueblo.