Enfermeras a la fuga

Me cuenta una amiga enfermera que estos días se ha sumado a la huelga que está pensando irse al extranjero. Es una chica joven que siempre ha querido ser enfermera, por lo que podríamos decir que está «cumpliendo un sueño», como ella misma admite. Pero a renglón seguido se lamenta de que «creen que porque tenemos vocación hemos de permitir que nos exploten». Ella, que trabaja en un CAP, es testigo del deterioro progresivo que ha sufrido la Atención Primaria y que ha provocado una sobrecarga y una saturación en estos centros de salud que se ha traducido en un aumento de las esperas para una consulta y en una peor atención y cuidados a los pacientes. También sufre en sus carnes el agotamiento físico «y, sobre todo, emocional» que padecen tantos profesionales sanitarios y que se agravó con una pandemia que les dejó exhaustos. Y, sin embargo, «no cambiaría esta profesión por ninguna otra», dice. Aunque es muy probable que la acabe ejerciendo lejos de aquí. Cuando le comento que en Inglaterra sus colegas también han hecho huelga para pedir mejores condiciones y una subida de salarios, su respuesta es contundente: «Una compañera que estudió conmigo trabaja en un pueblo cerca de Londres; mete menos horas que yo y duplica mi sueldo. O sea, que si en Inglaterra se quejan de precariedad, imagínate cómo estamos aquí, que salimos corriendo para allá sin pensarlo». Pues sí, hemos de luchar por retener el talento y cuidar el sistema de salud. Nos va la vida en ello.