Hasta siempre, Joan

Ayer recibí como un jarro de agua helada la noticia de la muerte de Joan Alías, una buena persona a la que tuve el honor de conocer en este Diari de Tarragona, donde durante muchos años fue subdirector. Pasamos muchas noches de cierre juntos, en unos horarios de locos que solo soportan los que, como él, sienten pasión por el periodismo; los que saben que un periódico es una empresa, pero es tambien mucho más, pues tiene mucho de familia. No era un hombre especialmente hablador, aunque, como todas las personas inteligentes, tenía un desarrollado sentido del humor y nunca rehuía una buena conversación. Eso sí, cuando hablaba merecía la pena prestarle atención; era el seny personificado, esa voz que, sin necesidad de gritar –nunca lo hacía, ni lo necesitaba–, se imponía entre todas las demás por lo razonable de sus exposiciones, con esa facilidad tan suya para hacernos ver esos detalles que hacen diferentes a las noticias, ese punto de vista que te llevaba a pensar que las cosas no son blancas o negras, sino que tienen unos matices tan ricos como peligrosos si los obvias. Para hacernos dudar, ese hábito tan saludable –sobre todo en una profesión como esta– y que tan poco se practica en este mundo de verdades absolutas. Y si escucharle era siempre provechoso, leerle era un auténtico placer. Escribía como los ángeles, con esa humanidad y esa sensibilidad que poseen los que saben valorar lo realmente importante de la vida. Te echaremos de menos, Joan.