En Occidente, el más poderoso aliado de la belleza ha sido siempre la luz. La luz del sur, la luz del norte, poco importa, pero lo vital es la luz. En cambio, en la estética tradicional japonesa lo esencial es captar el enigma de la sombra. Lo bello no es una sustancia en sí, sino un juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de las diferentes sustancias que va formando el juego sutil de las modulaciones de la sombra. Lo mismo que una piedra fosforescente en la oscuridad pierde toda su fascinante sensación de joya preciosa si fuera expuesta a plena luz, la belleza pierde toda su existencia si se suprimen los efectos de la sombra. En 1933, Junichiro Tanizaki escribió su clásico ensayo El elogio de la sombra desarrollando con gran refinamiento esta idea medular del pensamiento oriental, clave para entender el color de las lacas, de la tinta o de los trajes del teatro Nô; para aprender a apreciar el aspecto antiguo del papel o de los reflejos velados en la pátina de los objetos; para prevenirnos contra todo lo que brilla; para captar la belleza en la llama vacilante de una lámpara y descubrir el alma de la arquitectura a través de los grados de opacidad de los materiales y el silencio y la penumbra del espacio vacío. Tras un día de apagón, en el que la luz desaparece y vuelve la angustia de las sombras, de la noche, es bueno recordar que el secreto siempre está en la penumbra.
Penumbra
28 abril 2025 22:32 |
Actualizado a 29 abril 2025 07:00

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