Los que me conocen y quieren saben que tengo un pathos ruso. Una pasión por todo lo ruso. Una obsesión por su literatura, por su música. Será porque el concierto para Piano nº1 op23 de Tchaivkovsky me hace llorar cada vez que lo escucho. Será porque mi padre solo leía autores rusos. Será porque el Doctor Zhivago era uno de los libros preferidos de mi madre. Será porqué el Transiberiano es mi obsesión. Será porque llegué a San Petesbrugo una noche de luna llena que iluminaba el Palacio de Invierno. Será. Será porque, como decía Fiódor Dostoievski, cada ser humano lleva dentro de sí dos voces, una de las cuales le susurra la verdad desnuda, y la otra le falsea la realidad para que pueda soportarla. ¿Cuántas veces nos hemos mirado al espejo y sólo hemos visto nuestro rostro, mientras nuestras almas estaban detrás del cristal, mirándonos con los ojos vacíos? ¿Hemos intentado permanecer en completo silencio, escuchando tus pensamientos mientras fluyen sin restricciones? Es aterrador. El hombre no soporta enfrentarse a sí mismo, por eso llena su vida de ruido, de trabajo, de conversaciones vacías, de estupefacientes, de cualquier cosa que le haga escapar de la pregunta que siempre le persigue: ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué nos mantiene en marcha? Quizás la respuesta no sea buscar, sino dejar de huir. Sé que no son tiempos para matices, pero no quiero que la actualidad me borre la memoria.
Rusia
06 marzo 2025 20:46 |
Actualizado a 07 marzo 2025 07:00

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