Para sensibilizar sobre problemas de discapacidad visual, la ONCE invitó a los cuatro últimos alcaldes de Tarragona: Nadal, Ballesteros, Ricomà y Viñuales, a un desayuno en el que participaron con los ojos vendados. Seguro que, sirviéndose con delicada torpeza, se sintieron más solidarios entre ellos. Quizá recordaron lo que el zorro le dijo al Principito de Saint-Exupéry: «Lo esencial es invisible a los ojos».
O el cuento del poeta Trilussa que relató Juan Pablo I: «Aquella ancianita ciega que encontré la noche que me perdí en el bosque, me dijo: ‘Si no conoces el camino, te acompaño. Si tienes el valor de seguirme te iré diciendo...’; pero yo respondí: ‘Encuentro extraño que me pueda guiar quien no ve’. Me dio la mano: ‘¡Anda!’».
Era la fe.