Hoy hago como Natàlia, que escribe a golpe de emociones, tras leer un artículo de Lluís Foix sobre La Seu Vella de Lleida, el Castell, con el majestuoso campanario vigía de la antigua catedral acostada sobre la montaña que domina la ciudad.
En mis años de estudiante y de periodista, y en mil aproximaciones por ferrocarril o carretera, su presencia ha removido mi espíritu, no precisamente por haber hecho allí en bachillerato mis primeros ‘ejercicios espirituales’, cuyo único recuerdo es que subimos al tejado del edificio.
La sólida belleza del Castell inspiró a Magí Morera aquellos versos inmortales: «A dalt de la muntanya que domina /com miranda els bells termes lleidatans, /s’enlaira un campanar fet per gegants /o per homes de raça gegantina».