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    Antonio Gala

    31 mayo 2023 17:55 | Actualizado a 01 junio 2023 07:00
    Juan Ramón Ortega Ugena
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    Todos los años el diario El Mundo en Barcelona da o daba una copa para reunir a los gremios literario y de la edición. En una de estas ocasiones, celebrada en el restaurante de una famosa coctelería, estaba Antonio Gala.

    No vi que nadie se le acercara para hablar, es más, delante de él había un espacio vacío, chocante en un sitio concurrido en el que estábamos de pie. Sin duda, era la persona más conocida de los presentes. Me pareció una ocasión única para abordarlo. Lo miraba, él no me rehuía, pero no me decidí a dar el paso.

    Siempre lo he puesto como ejemplo, diría claramente que como paradigma, de un escritor con talento que coge el camino fácil, el de la belleza almibarada y el halago a un determinado tipo de lector.

    Se repetía con una fórmula de éxito y dejó de representar la modernidad

    Recuerdo que de adolescente me enchufaba a su serie televisiva Si las piedras hablaran. Después del ratito que duraba cada episodio, salía tonificado. Posteriormente, emitieron Paisaje con figuras. Dejé de sentir lo mismo porque ya estaba inficionado con la idea de que el arte occidental, al igual que la ciencia, es evolutivo, es exploración y hay que romper con los clichés en una búsqueda permanente.

    Por entonces, varias de sus obras teatrales tuvieron especial relieve. Como Anillos para una dama, Las cítaras colgadas de los árboles, ¿Por qué corres, Ulises? Siguió acumulando grandes éxitos, pero ya considerados para un público diferente. Se repetía con una fórmula de éxito y dejó de representar la modernidad, la ruptura con la España gris, una alternativa a Buero Vallejo, a los garbanzos de la posguerra.

    Gala contaba que, en cierta ocasión, fue a la casa de una chica por la que estaba interesado. Mientras la esperaba, se acercó a un jarrón con flores y vio que eran de plástico. Cogió la puerta y no volvió a aparecer. Opino que a su estilo le ocurrió algo parecido, fue decayendo desde la frescura a una belleza a granel. Escribió Poemas de amor, un libro de gran éxito en un género de muy poco. Era un altar a la cursilería.

    Lo he visto año tras año en la caseta de la Feria del Retiro con una cola nutrida para que les dedicara sus libros, y nunca lo vi endiosado. Pero el mundillo de la intelectualidad le dio la espalda. Le dejaron para él los oropeles y le negaron su aprobación.

    No ocultó que era un niño bien, no ocultó su homosexualidad

    Mucho se ha hablado de cerrazones y mezquindades de la crítica, de envidias, pero uno sabe cuándo atraviesa un determinado límite y se va a otra esfera. Esto es lo que se reflejaba, entre canapés, en la escena en la que estuve presente.

    Nadie puede negar que fuera un personaje. No ocultó que era un niño bien, no ocultó su homosexuali dad ni buscó que le bendijeran sus gustos sexuales. Le dolió más allá de lo físico que por éstos le pegaran con su propio bastón. Apoyó políticamente a la izquierda, lo que lo hizo sospechoso para ambos lados, aunque lo utilizaran.

    No puedo negar lo beneficioso que fueron aquellos programas de la televisión en blanco y negro, ni tampoco que comparto con Gala el gusto por lo estetizante, pero en aquel momento vi una conversación imposible y me faltó la habilidad social de agradecerle la parte que tocaba y obviar la que no. Y lo tuve enteramente para mí.

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