Creo en la igualdad de las personas, en la titularidad de los mismos derechos y en que la desigualdad por motivos de sexo, raza, clase social, religión o cualesquiera otros debe ser erradicada. Por tanto, soy un hombre feminista, racionalmente feminista.
Procuro que mi ideología política y los parámetros de justicia social que defiendo no caigan en sectarismos irreflexivos ni dogmáticos; es decir, que vayan guiados (y se confronten) por un pensamiento crítico aunque su ejercicio cueste llevarme la contraria a mí mismo. Lo que criticaré es lo contrario de este principio.
Me limitaré a expresiones artísticas puestas en la picota por una interpretación descalificadora desde un sector feminista censor (quiero creer que sea el minoritario, pero se le presta demasiada atención), de ortodoxia integrista y simplificadora.
Decía en una columna de 2021 que estos maximalismos caen en lo ridículo y corren el peligro de convertir la defensa de una noble causa en parodia involuntaria. Ponía el ejemplo de que llegué a escuchar que el beso que el príncipe da a Blancanieves hechizada para despertarla es un beso no consentido, ya que ella está dormida.
Pero no conseguí saber si se trataba de un chiste o si alguien lo dijo en serio. Las dos nuevas perlas que me han movido a escribir sobre este tema huyendo de la ironía, porque puede malentenderse y ser considerada burla machista, son recientes. A la primera hizo breve alusión Gerardo Sánchez, el director del estupendo programa Días de cine, al referirse al estreno de Tár, que había recibido alguna crítica de antifeminismo porque la mala es mujer.
A la segunda le dedicaba más espacio Libertad Guerra en un artículo en Zenda. Flipaba porque Puri Pecosa (que al parecer es influyente) había pedido desde TikTok la cancelación de Joseph Conrad por una apreciación peyorativa de Marlow, el protagonista de la novela El corazón de las tinieblas (1899), hacia las mujeres y su sentido de la realidad.
La cancelación: la caza de brujos. No basta con la del presente, hay que depurar el pasado, el arte tóxico. Cancelar en la acepción de borrado de la memoria; qué odioso y siniestro referido a una obra de arte; qué evocador de páginas negras de la Historia.
La única cancelación admisible es la del criterio individual, sin pretender que los demás hagan lo mismo. Pero el nuevo puritanismo tiene, como los de siempre, afán proselitista. Sería conveniente hacerse menos eco de las simplezas de este tipo (yo mismo acabo de caer en contradicción al citarlas).
Flaco servicio se hace a una causa legítima cuando se renuncia a la facultad de pensar.