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    El liderazgo de la acción climática

    13 noviembre 2022 07:55 | Actualizado a 13 noviembre 2022 08:02
    Carles Ibáñez
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    Escribo estas líneas poco antes de partir hacia Egipto para asistir a la COP27, la Cumbre del Clima de Naciones Unidas. La situación de emergencia climática sigue complicándose (tal como venimos alertando los expertos) y hay una sensación creciente de falta de liderazgo, de ambición para cambiar el curso de la historia. En parte quizás porque el liderazgo que necesitamos para la transición ecológica es diferente del que nos ha llevado a las cumbres borrascosas del desarrollo económico. Nos conviene un liderazgo más colaborativo y humilde, que permita una acción conjunta o coordinada entre muchas partes, y a la vez eficiente. No hay tiempo que perder.

    Resulta esperanzador observar el creciente liderazgo de las empresas y los territorios en la acción climática. Cada vez más empresas, ciudades y territorios están concretando sus agendas climáticas y pasando a la acción de una forma más decidida que muchos gobiernos. Recientemente, he leído en el boletín de la Fundación Empresa y Clima que el fondo soberano noruego (el mayor del mundo, que maneja activos por valor de 1,2 billones de dólares), acaba de redoblar su compromiso contra el cambio climático al exigir que toda su cartera de inversión se nutra de acciones de compañías que certifiquen su objetivo de neutralidad energética en 2050. Ahora, sólo el 10% de los valores cumplen con este principio rector de los Acuerdos de París.

    El liderazgo que necesitamos para la transición ecológica es diferente del que nos ha llevado a las cumbres borrascosas del desarrollo económico. Nos conviene un liderazgo más colaborativo

    Se va generando un efecto en cadena que llegará a la mayoría (sino todos) los fondos de inversión y otros instrumentos financieros. Las empresas se están comprometiendo con la neutralidad climática y son muy buenas noticias, aunque el camino no está exento de dificultades.

    A medida que los objetivos de reducción de emisiones y captura de carbono se vayan aumentando van a aparecer las dificultades y contradicciones del sistema. Como es lógico empezamos por la parte fácil y después abordamos las más complejas, donde vamos a hacer frente a los límites de una transición ecológica transitada sin un cambio sustancial de modelo socioeconómico, que en el fondo implica un cambio de valores sociales e individuales. La tecnología nos va a ayudar mucho en esta transición, ya lo está haciendo, pero deberá ir acompañada de un cambio de paradigma, que implica su utilización al servicio de las necesidades humanas y del planeta.

    El fondo soberano noruego, el mayor del mundo, acaba de redoblar su compromiso contra el cambio climático al exigir que toda su cartera se nutra de acciones de compañías que certifiquen su objetivo de neutralidad energética en 2050

    Lo mismo ocurre con los países y territorios, aquellos más visionarios donde hay liderazgo y acuerdos para transformar la realidad, son los que va a alcanzar una mayor resiliencia y tienen más probabilidades de seguir mejorando las condiciones de vida de la especie humana y del resto de criaturas vivientes. A este nivel, Noruega es de nuevo uno de los líderes mundiales, encabezando la transición al vehículo eléctrico (la mayoría de las ventas ya son de coches eléctricos) y la utilización de energías renovables (supera el 70% en energía primaria).

    Hay también más de 100 ciudades en el planeta que ya obtienen más del 70% de su energía eléctrica a partir de fuentes renovables, ninguna de ellas en España, por cierto. En el sur de Catalunya tenemos buenas opciones para ejercer un cierto liderazgo en la transición energética y por extensión en la transición ecológica, que debemos aprovechar por el bien de nuestra economía. El despliegue ordenado de las energías renovables o iniciativas como el Valle del Hidrógeno Verde marcan un camino esperanzador que hay que andar más deprisa y con paso más firme.

    También en el ámbito de la adaptación debemos ser ambiciosos, puesto que nuestro territorio está fuertemente amenazado por los efectos del cambio climático, ya sean las sequías, los incendios, el calor extremo, las inundaciones o la subida del nivel del mar.

    Una novedad interesante es la iniciativa de la Agencia de Naciones Unidas ONU-Hábitat y la Generalitat de Catalunya para realizar un análisis de la resiliencia territorial de Terres de l’Ebre, aplicando por primera vez a un territorio una metodología desarrollada para evaluar la resiliencia de las ciudades. Este ejercicio participativo, que cuenta con la colaboración del Centro en Resiliencia Climática, con sede en Amposta, nos va a llevar a unas conclusiones valiosas para focalizar los objetivos de acción climática como territorio y aportar nuestro grano de arena a la transición ecológica.

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