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    El modelo Nantes (1)

    09 junio 2023 19:56 | Actualizado a 10 junio 2023 07:00
    Josep Moya-Angeler
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    Le pregunté a Dalí, en el restaurante Empordà: «¿Qué hay de nuevo?». Y me respondió: «¡Velázquez!», porque Velázquez era lo más avanzado en pintura a pesar de ser un clásico. Si el nuevo alcalde de Tarragona me preguntara lo mismo yo le respondería, después de haber visitado centenares de ciudades: «¡Nantes!». Y añadiría: «Vaya a verla, sorpréndase, admírela y cuando vuelva trate de hacer lo mismo con Tarragona». Nantes es modélica para quien sueñe con tener su ciudad ideal. Es serena, ordenada, bella, creativa, y feliz porque da a quien pisa sus calles una notable intensidad humana.

    Nantes fue bombardeada en 1943 y tardó en comenzar su reconstrucción, muy respetuosa con un pasado en que domina la arquitectura de sus edificios con buhardillas, un bello invento de Mansarde que ha creado todo un estilo inigualado. El ritmo de recuperación se ha detenido y se asoma imparable al futuro, desde una envidiable perfección.

    Tras olvidar las bombas, le llegó la hora de convertir el estuario del Loira, hasta entonces cargado de astilleros, en un plácido lugar donde una cultura culta se mece bajo un cielo lejos de aquel triste mundo que cantaba Barbara al llorar «il pleut sur Nantes... ...le ciel rend mon coeur chagrín». Fue el momento de apostar por la creatividad artística, muy bien seleccionada, para el goce visual e intelectual. El proceso ha sido intenso y extenso, y prosigue, pues cree que debe ser interminable. Así, la gente disfruta hoy de una calidad de vida extraordinaria en un escenario impecable, apacible y lleno de muestras de talento. En definitiva, es una ciudad bella que se avanza tomando la delantera al resto del mundo. Y lo hace porque se esfuerza en hacer la vida feliz a sus ciudadanos. La respuesta es que los ciudadanos se han vuelto más exquisitos, educados y felices.

    Si el nuevo alcalde de Tarragona me preguntara «¿qué hay de nuevo?», yo le respondería: «¡Nantes! Vaya a verla y trate de hacer lo mismo en Taragona»

    El plan de Nantes no ha consistido en ir colocando esculturas por las calles, sino de disponer de una auténtica industria de cultura creativa, en donde no todo se acaba con el arte a la vista, sino en especial en facilitar que gente joven con talento, arquitectos, diseñadores y exploradores de la estética, llenen todo un barrio, mientras la ciudad comienza a vivir nuevas experiencias, entre ellas el reto de construir el mayor y más moderno hospital de Francia, porque la salud es el primer tesoro de los humanos en busca del bienestar.

    Uno de los grandes aciertos de esta ciudad consiste en estar pensada para ciudadanos y no para turistas, aunque su fuerte personalidad atrae un turismo nada despreciable. La quincalla que acompaña a las masas de turistas no tiene cabida en la calidad de las ideas planteadas para hacer gozosa la vida de sus ciudadanos a base de cultivar el espíritu. Porque Nantes es una ciudad cuidada con esmero y sentido poético para admirar, pensar y gozar. Todo lo cual cultiva un carácter acogedor, atento, de formas moderadas y solidario.

    Bajando al terreno de lo práctico, la ciudad está estructurada en barrios con personalidad enlazados con cinco líneas de tranvía para 300 mil habitantes, pero con un extrarradio muy moderno, incluidas sus zonas industriales, que le hacen llegar a las 700 mil almas. Sin desorden y con equilibrio. El río se abre en medio de la ciudad en un estuario limpio y con sabor. El antaño se hace hogaño.

    En la zona donde estuvieron los astilleros se ha creado, entre otros, un espacio evocador del nantés Julio Verme. Y se ha llenado de un fascinante parque de máquinas mecánicas que lanzan el mensaje de que cuando no había electrónica había también imaginación, como la de Verne, que podía llevar a la práctica cuanto pudiera idear. Un gigantesco elefante mecánico y una serie de animales fantásticos se despliegan para sorprender a pequeños y añorantes de tiempos en que la mente viajaba tan lejos como se quisiera, sin pantallas ni baterías. Verne está muy presente pues su personalidad creativa parece haber sido dejada en herencia a sus sucesores.

    Uno de los grandes aciertos de esta ciudad consiste en estar pensada para ciudadanos y no para turistas, aunque atrae un turismo nada despreciable

    Estos rincones modernos de la ciudad no chirrían con la solidez de su urbanismo ordenado. Recuerdan las canciones de Zaz, frescas y vitalistas pero respetando unas normas experimentadas. Un buen ejemplo son las galerías Pommeraye, tal vez las mejores conservadas de Europa, ofreciendo tiendas avanzadas de suave gusto entre líneas de Belle Époque. Los cineastas no tienen que improvisar escenografías cuando se cuelan en su interior. Otro ejemplo es la legión de esculturas que parecen hacer un guiño al ciudadano con ideas rompedoras, la transgresión de lo habitual, con una cierta picardía, sirve para decirnos que no todo lo correcto es correcto.

    En mi reciente estancia de una semana en Nantes no he notado oposición vecinal a cuanto se ha hecho y a los nuevos planes de crecimiento, como tampoco he visto grafitis invasores ni muestras de okupación. Todo parecía propio de una Arcadia luminosa y equilibrada. La clave de esta ciudad de orden parece radicar en su rotunda vocación del respeto, que se aprecia en especial cuando anochece y las aceras y restaurantes adquieren un tono festivo sin excesos alcohólicos. La ciudad estimula con su actual personalidad a disfrutar de la noche... para volver al trabajo al día siguiente por temprano que haya de ser.

    Sí, Nantes es un modelo incluso para los franceses. La transposición a las formas de la ciudad con una manera exquisita de entender la vida. Justo lo que necesita Tarragona, o al menos esto es lo que me repiqueteaba en la mente mientras respiraba su aire azul, nítido, oliendo a la lejana naturaleza.

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