La vuelta a la cuadratura del círculo

Esquerra Republicana padece el extraño síndrome de querer conseguir la cuadratura del círculo. No es cosa nueva, ya lo intentó Carod-Rovira con el tripartito al mezclar independentistas (eso decían ellos) con los sucursalistas del PSC, lo repitió Puigcercós apoyando los presupuestos generales de Zapatero, y antes lo quiso hacer Tarradellas exigiendo «gobiernos de unidad» por encima de lo que dijeran las urnas. Más cercano, Junqueras tuvo un papel decisivo en el fracaso del Procés, vendiendo en Madrid que el referéndum no se llevaría a cabo, mientras él mismo era el responsable de organizarlo en Barcelona.

Lo de Junqueras no se acabó allí, pues exigió a Puigdemont que proclamara la independencia, lanzándole unos manifestantes bajo su ventana que le acusaron de traidor, mientras lo que quería eran nuevas elecciones que le dieran a él la presidencia de la Generalitat. Si el fracaso del Procés tiene un nombre es el de Junqueras, que sigue tratando de que se limpie su historial para ver cumplido su sueño de presidir la Generalitat. Extraña situación la suya que, habiendo ganado su partido las elecciones, otro de su mismo partido («el más convergente de los republicanos» se dice en los mentideros políticos) ocupa el cargo. No lo dudo, Junqueras luchará lo indecible para lograr esa presidencia.

No por el ser el partido más veterano del abanico catalán, Esquerra Republicana puede blasonar de visión precisa del panorama político. Es un partido sin cuadros para ocupar los despachos del poder y con una directiva cambiante y sin estabilidad. Así las cosas, ahora tenemos una nueva exhibición de su cuadratura del círculo: estará presente en la cumbre hispano-francesa de la próxima semana a través de Aragonés, mientras sus afiliados y simpatizantes se manifiestan en contra de este acto. Hacer comulgar con ruedas de molino a la ciudadanía con esta osada contradicción es cuanto menos sorprendente, pues no se entiende cómo va del brazo con los socialistas que hace tan solo cinco años votaron a favor de la aplicación del artículo 155 «por responsabilidad» y que ahora proclaman a través de Pedro Sánchez que el Procés se ha acabado- Y aún más, señalan que este acto hispano-francés es a la vez el punto final del Procés. En este acto final estará Aragonés asintiendo.

Esta declaración de que se ha enterrado el independentismo catalán y sus consecuencias estratégicas me parece de una osadía política notable y un éxito popular de Pedro Sánchez que supo convertir lo que en teoría debiera ser una mesa negociadora en buenas palabras. Para Sánchez, acabado el problema. Y los catalanistas se sienten humillados.

Esta situación resulta humillante para la gente de buena fe que creyó en sus políticos cuando dijeron que llevarían hasta el puerto final la causa catalanista. Se llegaron a movilizar más de dos millones de ciudadanos –los que acudieron al referéndum del 2017- que han quedado abandonados con un sencillo «no pudo ser». Es cierto, no pudo ser pero nadie ha depurado responsabilidades. Y luego hay quien se extraña de que hay una profunda decepción en buena parte de la ciudadanía que no entiende de cuadraturas del círculo.