La dama de los angelitos

Todos los residentes de la residencia de mayores La Conchada de Biescas -locali-dad oscense donde por cierto abunda un rumboso turisteo catalán- atesoran un angelito manufacturado por Mamá Noelle
 

04 enero 2022 11:36 | Actualizado a 04 enero 2022 11:38
Se lee en minutos
Participa:
Para guardar el artículo tienes que navegar logueado/a. Puedes iniciar sesión en este enlace.
Comparte en:

La iconografía del Nacimiento del Niño Dios -lo que viene siendo la Natividad o Navidad- ha dado mucho de sí en el sector de los milagritos. Empezando por su propia concepción legendaria: una paternidad divina pero también terrenal, por medio de un tal Espíritu Santo, ente que conforma una especie de ‘Tres en Uno’ junto al Padre y al Hijo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero, y que permanece simbolizado en palomo o paloma o bicho plumífero que vuela, vaya. 

La parte concretamente referida a la maternidad terrena se concentra en una joven virginal, María, que acepta de buen grado ser la Madre del Hijo de Dios, sin sospechar la que se le viene encima. Y, por ahí a su bola, anda un modesto carpintero de nombre José, que ejerce de padre de cara a la opinión pública de la época pero que, en realidad, es padrastro de Jesusito de Mi Vida Eres Niño Como Yo y pinta más bien poco en todo esto, salvo en su versión de figurita para el portal de Belén, junto a la burra y el buey. Vale, los caminos de Dios para tratar de fundamentar los principios de la religión católica son inescrutables -todo lo que se refiere a Dios siempre resulta bastante inescrutable, esa es la verdad- pero la cantidad de milagritos necesarios para que se sustente de manera empírica este episodio lo convierten en algo increíble. Helo ahí, sin embargo, instalado en el tiempo y en el inconsciente colectivo (en el consciente, un poco menos).

Los milagritos cotidianos, desde entonces, se relacionan muy a menudo con la Natividad o Navidad. La leyenda, la literatura, la publicidad, el cine -fundamentalmente el producido en Hollywood-, usan y abusan de la imaginación, de la fantasía y de Papá Noel y sus renos para inventar y reinventar los milagros que es capaz de propiciar esta época del año. El resto del año, no. Ni siquiera la florida primavera, el romántico verano o el nostálgico otoño pueden competir con la invernal Navidad en la producción de pequeños milagros capaces de conmovernos, hacernos soltar la lágrima y de incluso moquear sollozando de incontenible emoción.

Desde el pobre Ebenezer Scrooge, el personaje de Charles Di-ckens que protagoniza Cuento de Navidad (1843) y que es atormentado de forma cruel por el Pasado, el Presente y el Futuro para hacerle creer que es más malo que la tiña solo porque no le gusta una mierda la Navidad, hasta Sólo en casa con Macaulay Culkin olvidado en el hogar durante unas vacaciones navideñas, pasando por una familia numerosa de la España en blanco y negro que busca como loca a Chencho en La gran familia, ha sido necesario crear fantasmas, mitología, costumbres, rarezas, hechos sorprendentes y milagros de mayor o menor calibre que sigan dando cuerpo a la Gran Creencia: en Navidad, todo es posible si participas del espíritu de la misma. Y una poll… como una olla.

Y una poll… como una olla, era lo que yo pensaba. Pero ya no. He cambiado de opinión. Ya sé que andar cambiando de sólida opinión a las 70 castañas no es de recibo. Pero creo en los milagritos de la Navidad desde la mañana del pasado día de Nochevieja, el último día del año 2021.

Y os cuento por qué: salíamos de desayunar del Estacho, un bar de Biescas en el pirineo aragonés. Llevábamos a nuestra nieta, Olivia, tres años cumplirá este mes. Y, de repente, nos llamó una versión femenina de Papá Noel. Sin barba ni greñas, claro. Vestía abrigo de multicolorines, estaba sentada en la terraza del bar, tenía el pelo blanco y una sonrisa ancha, franca y luminosa. 

-¡Vaya niña preciosa! -dijo-. Te voy a regalar un angelito, guapa. Creo que ya es el último que me queda.

Y le dio un angelito dorado, hecho con diversos formatos de pasta. De pasta de la de comer pasta. Sopa de estrellitas, sopa de bolitos, espirales, un lacito como alas… Olivia, encantada. Los yayos, babeando.

-Olivia, dile gracias a esta señora tan maja. Me llamo Ángel, soy el abu y mi versión en dorado es preciosa.

-Yo me llamo Noelle.

-¿Como Mamá Noel?

-Eso mismo. Los angelitos los hago cada Navidad y los voy regalando hasta que se me acaban. Que ya se me han acabado, por cierto. Ese lo guardaba para la niña preciosa.

Es cierto. Todos los residentes de la residencia de mayores La Conchada de Biescas -localidad oscense donde por cierto abunda un rumboso turisteo catalán- atesoran un angelito manufacturado por Mamá Noelle. Un angelito como los que cuelgan en abetos navideños de la zona, regalo de la señora del abrigo de multicolorines que tomaba café con leche en la terraza de un bar. Y es por eso que me retracto de casi todo y, sí, hay milagritos en Navidad. Lo creo. Lo he visto. ¡Cómo es posible haber estado tan tonto!

Comentarios
Multimedia Diari