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    La metáfora de la petanca

    27 enero 2023 19:36 | Actualizado a 28 enero 2023 07:00
    Josep Moya-Angeler
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    Los provenzales tienen un juego propio que ha ganado muchos adeptos entre nosotros, desbancando a las boccias italianas que se jugaba sobre arena con bolas de madera. El juego provenzal es la pétanque. La clave de sus normas está en su nombre, pétanque, es decir pieds-tanqués o cerrados, juntos, en un círculo de no más de medio metro de diámetro y ambos tocando el suelo. Como técnica de lanzamiento, cualquier jugador sabe que lo idóneo es tener la bola bajo la mano y nunca la mano bajo la bola, que es siempre un modo impreciso de tirar.

    Pedro Sánchez, el político que en poco tiempo ha hecho avanzar España más que en los últimos quince últimos años, ha querido lucirse jugando ante las cámaras de televisión, en un acto de puro populismo propagandístico, jugando a la petanca con unos jubilados de su cuerda. Unos jubilados que, por lo visto, no le han preguntado por sus pensiones. Puro servilismo, feo. Pero lo importante del acto es que ha encerrado una perfecta metáfora del quehacer de este político.

    Pedro Sánchez actúa con atrevimiento, estilo fuera de normas sensatas, suerte y sonrisas para componer una imagen de político que sabe lo que se hace. Puntos que tienen mucho en común con el estilo de Adolfo Suárez

    En efecto, de entrada, de pieds tanqués, nada, un pie adelante y otro atrás, separados de más de un metro, fuera de cualquier límite reglamentario, con la mano bajo la bola. Es decir que Sánchez no solo desconoce las normas de juego, sino que nadie le ha explicado antes cómo se juega. Pura heterodoxia. Y sin embargo, la bola acabó deteniéndose justo al lado del bolín o cochonet. Es decir que la heterodoxia le ha sonreído con un acierto como regalo a su audacia. Y encima, los jubilados le han aplaudido.

    Este paradigma explica la manera de actuar de este político: atrevimiento, estilo fuera de normas sensatas, suerte y sonrisas para componer una imagen de político que sabe lo que se hace. Puntos que tienen mucho en común con el estilo de Adolfo Suárez, bautizado precisamente por un socialista como «El Tahúr del Mississippi».

    Suárez gobernó contra viento y marea, con todo el arco parlamentario en contra y parte de la milicia con ruido de sables pero hizo avanzar al país que ha acabado –extraños giros los de la política- en convertirle en un modelo de gestión. «Le hasard est curieux, il provoque les choses», cantaba Charles Aznavour. Pues eso.

    La audacia no siempre tiene premio, pues Suárez acabó en un rincón. Pero Sánchez es capaz, sin juntar los pies y tirando mal la bola, de volver a ganar una y más partidas de su petanca particular

    A Pedro Sánchez le ha ocurrido lo que llamo «la ley de la experiencia» por la cual cuando uno aspira a un cargo, el traje de este cargo le viene enorme, pero con el ejercicio el traje acaba ajustándose y cuando llega la hora de dejarlo, le viene pequeño. Esa es la trayectoria de este político que comenzó siendo rechazado por su propio partido, gobierna en minoría, tiene parte de sus enemigos en la propia mesa del Consejo de Ministros y en pocos días presidirá por seis meses –por turno, no por mérito- la Unión Europea. Mientras, parte de sus enemigos (Casado, Rivera, Arrimadas, Díaz) desaparecen del panorama.

    La metáfora de la partida de petanca tiene un colofón: Cuando Pedro Sánchez dejó increíblemente su bola junto al boliche, ganando, no quiso seguir jugando. Pura prudencia. Era inmejorable repetir aquel golpe de suerte. Pero en la realidad parece que Sánchez cree en la «baraka», una protección divina que bendice a muy pocos. La audacia no siempre tiene premio, pues Suárez acabó en un rincón. Pero Sánchez es capaz, sin juntar los pies y tirando mal la bola, de volver a ganar una y más partidas de su petanca particular como Cruyff ganaba una tras otra y de rebote, las ligas que se le pusieron delante. En catalán, siguiendo la tradición escatológica, se dice que eso es «nèixer amb una flor al cul».

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