Ascó, Vandellós... ¡Energía y amor!
El problema de los deshechos nucleares lo tendremos igual, se cierren o no, y el nivel de seguridad de sus instalaciones es incuestionable
Aún recuerdo alguna mani en la rambla de Tarragona donde se chillaba «Ascó, Vandellós... ¡Goma 2!». Para los de la generación Z les diré que la goma 2 era el explosivo favorito de ETA (¡qué alegría poder pensarla como algo del pasado remoto!) y que aquellos manifestantes eran más bien antisistema.
Superadas aquellas batallitas les diré que ando sumergido estos días en el debate energético post apagón y que allí aterricé, invitado por el Ayuntamiento de Vandellós-Hospitalet de l’Infant, y de su hiperenergética periodista en jefe, Estrella Botello (con Miquel, su primogénito, periodista en ciernes pero ya brillante, y alumno mío en la URV) para entregar premios de periodismo a prometedores bachilleres vandellosencs.
Repartimos diplomas en nombre de la alcaldesa Castellví, que atendió impertérrita a mis batallitas, gracias, como algunos lectores del Diari, que recordaron otras aquí contadas. Y en los corrillos previos al acto, tuvimos un intercambio esclarecedor de ideas, hechos y predicciones con el concejal de Comunicación, Ferran Conejo. Ferran es un acreditado técnico de la Central Nuclear y, como todos en el territorio, espera convencer a la administración de que dilaten el plazo de su cierre ahora fijado en el 2030 (Vandellós en el 2035). Está dispuesto, como la mayoría de sus conciudadanos, Ascó, Vandellós, energía y amor, a seguir trabajando para que nunca nos falte la luz.
Y, cosas del periodismo, tres días después me veo moderando un debate en Foment del Treball, la patronal catalana, con la Real Academia de Economía (RACEF) (como la de la Lengua, pero de finanzas); con su presidente, el reusense Jaime Gil-Aluja, y el ingeniero, doctor en Económicas y ex director general de Energía del Gobierno, Ignasi Nieto (es de Girona, pero nadie es perfecto).
Nieto es hoy director general de la gran papelera catalana Miquel Costas y calcula día a día el precio de la energía, porque de él dependen cientos de empleos.
Todos con quienes hablo coinciden en que tal vez no sea necesario abrir nuevas centrales nucleares, porque las renovables son una historia de éxito; pero cerrarlas anticipadamente es, como dice Nieto, «pegarse un tiro en el pie».
Y es que el problema de los deshechos nucleares lo tendremos igual, se cierren o no, y el nivel de seguridad de sus instalaciones es incuestionable. No tenemos tsunamis, porque esto no es Japón; ni hemos mal gestionado nunca, como Chernobil, su funcionamiento. Así que proveernos de un mix sin centrales, como el que propició el apagón, es un mal negocio. En esto parecen coincidir cuantos sobre energía opinan con conocimiento de causa y más allá de ideologías.
Nieto nos cuenta los últimos avances tecnológicos en China, donde ya ensayan centrales nucleares que no generan residuos; e insiste en que será precisamente la tecnología la que nos permita llegar algún día a la soberanía energética. De momento, nos iría muy bien tener más interconexiones con Francia; pero también recuerda la feroz oposición de las comarcas gerundenses por donde tendría que pasar la línea de Muy Alta Tensión (MAT) para hacer posible una red donde no lo fueran los apagones.
Nieto también sufrió como alto cargo y ahora sufre como directivo empresarial el encarecimiento de los precios de la energía y se lamenta de que quienes lloran los altibajos en el precio de la luz son los mismos que no quieren ver aspas de eólica en su pueblo; pero tampoco placas ni mucho menos centrales ni líneas de alta tensión.
Además, quieren buenos sueldos -con una jornada de trabajo cada vez más reducida- y vivienda muy asequible en los centros de las ciudades más cotizadas donde esperan llegar en sus coches eléctricos baratos cuando les apetezca y sin atascos hasta el parking gratuito, vigilado y, como decían los hermanos Marx (el otro Marx no se atrevía) «¡Y dos huevos duros!».