Opinión

La Mirada

Trump y Musk: el bromance roto

La alianza entre el presidente de EEUU y el hombre más rico del mundo se fractura en un choque de egos de consecuencias inciertas que no beneficia a nadie

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Ha sido una de las alianzas más poderosas de la política contemporánea. La entente que unió a Donald Trump, el hoy presidente de Estados Unidos, y Elon Musk, el hombre más rico del mundo, ha durado menos de un año. Comenzó y se mantuvo por conveniencia, y los grandes egos de ambos han llevado el bromance a su fin de manera abrupta y desagradable, pero era esperable.

Desde que Trump asumió el cargo en enero pasado, los desacuerdos de funcionarios del gobierno con Musk fueron creciendo, incluso con el mismo Trump. Pero mientras Musk estaba encargado de desmontar el gobierno federal con su efímera oficina de Eficiencia Gubernamental, conocida como DOGE, la sangre no llegaba al río. Hasta que el coste que estaba pagando Musk empezaba a ser demasiado alto y preocupante para sus negocios. Empresas como Space X, la red social X –antes Twitter– o la emblemática Tesla de vehículos eléctricos empezaron a sentir el desgaste. Solo el jueves, el día que todo estalló, las acciones de Tesla se desplomaron un 14 por ciento. Esto en plena batalla de la empresa de vehículos eléctricos por recuperar prestigio, ventas y mercados que Musk ha perdido de forma acelerada por su proximidad y colaboración con Trump, mientras otras marcas –como la china BYD– no paran de crecer.

Musk necesitaba alejarse de Trump, y ambos lo escenificaron esta misma semana en la Sala Oval en lo que parecía una salida pactada y amistosa. Por eso sorprendió tanto el fin del bromance abrupto y desagradable entre ambos.

Trump explicó que la reacción de Musk era por su enfado al ver como la Ley Fiscal 2025 que intenta aprobar en el Congreso no incluía los créditos a vehículos eléctricos que aprobó la administración de Biden, pero el magnate lo niega y asegura que lo preocupante es el astronómico déficit que va a generar esa ley con el amplio paquete de recortes de impuestos y gastos (la Oficina de Presupuesto del Congreso estimó que agregaría 2,4 billones de dólares al déficit durante la próxima década). Una auténtica bomba que a Trump parece no importarle porque él ve en la aprobación de esa ley un punto fundamental en su estrategia política, y –no de no aprobarla en Congreso– supondría un revés para él (volvemos al tema de los egos).

No sé si ambos lograrán recomponer su relación. Lo veo difícil por las cosas que ya se han dicho, pero sin duda ambos tienen mucho que perder.

Musk es una figura muy influyente en Estados Unidos. No sólo por sus 220 millones de seguidores en su red social X, sino porque, aunque él es muy impopular entre el público general, sí es excepcionalmente popular en lo que un artículo de The Hill describía esta semana como «la derecha digital», esos hombres jóvenes muy activos en los foros populistas conservadores de redes que «veneran a Musk no solo por sus logros empresariales, sino también por sus ataques retóricos contra la ‘conciencia social’(wokeness)». Un Musk activo contra Trump en esos espacios supondría un problema para el mandatario y su movimiento MAGA.

Además, la chequera de Musk no es despreciable. Es el hombre más rico del mundo, y en esos explosivos mensajes que se cruzaron, Musk dejó entrever no solo que era momento abrir un juicio político contra Trump (por supuestamente llevar al país a la bancarrota con la ley que quiere aprobar) sino que podía haber llegado el momento de empezar a apoyar a candidatos demócratas, algo que Musk podría hacer a pesar de la advertencia de Trump de las últimas horas de infringirle «graves consecuencias».

Musk también tiene que perder. Espera jugosos contratos milmillonarios, no solo por la compra federal de sus vehículos eléctricos sino especialmente con la espacial Space X. El fin de esos contratos supondría para sus negocios un golpe quien sabe si decisivo. Pero a Trump parece darle igual porque, aunque Tesla sea estadounidense, aquí de lo que se trata es de egos y venganza.

Ni Trump ni Musk son figuras al uso en la política o el mundo empresarial. De forma contraintuitiva están dispuestos a anteponer sus egos a sus propios intereses políticos y económicos, y lo hacen sin rubor y ante la atónita mirada del mundo.

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