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    La vejez no es obligatoria es tan optativa como la concepción

    La mirada

    27 julio 2022 20:44 | Actualizado a 28 julio 2022 07:00
    Lluís Amiguet
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    Tarde apasionante entre probetas y batas blancas en uno de los mejores centros de investigación de nuestro país, el IRB (Institut de Recerca Biomèdica). Es emocionante asomarse al otro lado de la valla del futuro y ver si la ciencia nos depara alguna sorpresa.

    Y tras la valla del pasado vemos que el descubrimiento de laboratorio más trascendente de los años sesenta fue el que permitió el control de la natalidad, la planificación familiar. Y cambió el mundo de tal radical manera que hoy China e India están en declive demográfico y nosotros vamos a perder población antes de fin de siglo.

    La siguiente gran revolución es la de la convertir la vejez en tan optativa -al menos- como la concepción.

    Y en ese camino, el IRB tenía uno de los mejores genetistas del mundo: Manuel Serrano, quien, con Juan Carlos Izpisúa, Reik y el nobel Yamanaka estaban demostrando que envejecer no es inevitable y que, estirando de los convenientes hilos biomédicos, se puede frenar e incluso revertir el deterioro en animales y tal vez pronto, en humanos.

    Escribo que el IRB «tenía» a Serrano, porque ha sido fichado, junto al citado ‘equipo A’ del combate contra el envejecimiento, para trabajar en Altos Lab, con una inversión milmillonaria tras la que se rumorea que está el craso Jeff Bezos, obsesionado por no envejecer.

    Serrano se queja ahora de que la prensa se ha abalanzado sobre la noticia con el marco narrativo de que «los ricos se quieren pagar medicinas para vivir más años». Y aduce que los mismos descubrimientos que frenarían la vejez servirían para curar el cáncer, como él ha demostrado hasta ahora, y otras enfermedades, porque la enfermedad, al cabo, no es más que un envejecimiento súbito y acelerado de un órgano.

    En cualquier caso, da vértigo escucharle decir que la vejez no es irreversible, igual que me dio en su día oír a Izpisúa proclamar que «un conjunto de células puede dividirse una y otra vez -sin límite- para mantener el órgano joven».

    Y para acabar, nos da Serrano algunas pistas: nosotros tenemos una edad cronológica; pero hay otra edad biológica que ahora está empezando a medir el reloj de Horvath, un marcador biológico que nos da una edad diferente a la del DNI.

    Cuando salimos de una dura operación quirúrgica, por ejemplo, ese reloj puede marcarnos tres o cuatro años más de los que dice el DNI o, al contrario, una madurez bien llevada y sana puede atrasar nuestro reloj biológico.

    Hay una vejez, en fin, exitosa, en la que tienes menos años de los cronológicos y otra, fracasada, en la que tienes más. Si comes y duermes bien; no fumas ni bebes y te relacionas... ¡Te morirás igual!

    Bueno, esa es la broma que le gasté a Serrano. Pero él me contestó impasible que no te mueres igual. Que quien se haya cuidado más, vive con más calidad sus últimos años. A mí me parece, en cambio, que hemos progresado mucho en la duración de la vida; pero mucho menos en su calidad. Sólo hay que ir a una residencia de ancianos para constatarlo.

    Serrano me desmiente, en cambio, y me asegura que esa sensación de que vivimos más años, pero de los que no valen la pena por los achaques, se debe a que nos fijamos sólo en los últimos meses de cada vida; pero, en conjunto todos vivimos más años y mejor cada vez. Me despido pensando que si para vencer al envejecimiento tiene que rejuvenecerse primero Jeff Bezos y sus amigos billonarios, pues estupendo... Siempre que después nos pasen la pastilla a los demás.

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