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    Madrid: tensa calma antes de la batalla

    Las estrategias. Los populares intentan matizar su discurso mientras el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, intensifica las defensas ante los ataques de la oposición

    15 enero 2023 17:52 | Actualizado a 16 enero 2023 07:00
    Javier Pons
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    Eran cerca de las 15 horas y alrededor de 4.000 bolsonaristas se habían posicionado frente al Congreso y el Palacio de Planalto en la capital brasileña, Brasilia. No se preocuparon ni en alejarse de la fecha en la que el mismo episodio se vivió en la capital de EEUU, Washington, esta vez protagonizado por violentos trumpistas.

    Y es que la fecha era simbólica para ellos porque exigían una intervención militar que anulara los resultados de los comicios democráticos que habían devuelto hace dos meses a Lula al poder en el país.

    Como no lo consiguieron, decidieron pasar a los hechos y dar un golpe de fuerza en las instituciones democráticas que tanto desprecian (sobre todo cuando el voto popular no casa con sus intereses)... y, bueno, ya saben cómo acabó todo y no voy a redundar en lo que ya suena a viejo.

    Al mismo tiempo en Madrid, la portavoz del PP en el Congreso de los Diputados, Cuca Gamarra, abrió su smartphone al ver una alarma sobre el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Lógicamente el dirigente socialista español se había lanzado a escribir solidarizándose con el presidente legítimo, Lula Da Silva, y Gamarra no pudo contenerse.

    Rápidamente su cabeza, no se sabe si de una forma autónoma o sugerida por los ideólogos más radicales de su partido, vio una oportunidad de ‘dar caña’ al presidente español afirmando que, tras la reforma del Código Penal, lo sucedido en Brasilia «no pasaría de un simple desorden público» con Sánchez.

    Poco importaba que, a la misma hora, el presidente del partido, Alberto Núñez Feijóo, estuviera almorzando con el nuevo portavoz de campaña popular, Borja Samper, para convencerle de que ‘la causa’ lo necesitaba para atemperar la bien ganada fama de exagerado (prefiero ese término a extremista) que se estaba ganando al frente del Partido Popular contradiciendo las tesis de moderación que protagonizaron su asaltó la jefatura nacional de su partido.

    Pero, como dice el dicho, «aunque la mona se vista de seda...». Si de lo que pretenden convencernos es de que el PP a partir de ahora va a ser un partido templado ,centrado y que busque la argumentación antes que la confrontación... no cuela.

    Lo que intentaron los trumpistas primero y los bolsonaristas después no le hace falta al PP. Básicamente porque aún cuando el Tribunal Constitucional se haya renovado con una mayoría progresista, ellos siguen mandando en los otros cargos de jefatura en la judicatura, sobre todo madrileña.

    La demostración la tuvimos esta misma semana pasada con la decisión del inefable juez Llarena de retirar la imputación por el delito de sedición al expresident de la Generalitat Carles Puigdemont (siguiendo la nueva legalidad) pero reprendiendo al Gobierno, criticando la reforma del Código Penal y no viendo subsumibles los hechos del Procés en el nuevo delito de desórdenes públicos.

    Vamos que, aunque en la definición de sus funciones esté claramente dispuesto que ni puede ni debe intervenir haciendo un juicio político en sus sentencias, lo sigue haciendo. Y lo hace porque se siente respaldado por la mayoría actual del cuerpo judicial que tiene su propia agenda.

    Todo apunta a que el volumen ha bajado en este arranque de año. Pero no nos engañemos. El Congreso está de vacaciones (que suerte tienen) y cuando vuelvan seguro que llegan reforzados cada uno en su posición.

    O sea que disfruten de esta tregua invernal ya que los pobres ucranianos no han podido descansar (de unos y otros me temo).

    Pensando bucólicamente (siempre me cuestan los arranques de septiembre y enero) he reflexionado sobre lo que me gustaría que los próximos años me trajeran. Si en este país todos pudiéramos ponernos de acuerdo en una mínima agenda común (noooooo, tranquilos, no soy tan ingenuo como para creer que sea posible) donde se pactaran acuerdos de país, y no de legislatura, esta sería la segunda Transición que necesitamos.

    Si piensan que soy un nostálgico de los Pactos de la Moncloa, (que viví con 19 años) aciertan.

    Sencillamente con un pacto sobre educación, clima, pensiones, justicia y financiación autonómica la foto del futuro sería muy distinta.

    ¿No querían deseos para el nuevo año? Ahí los tienen.

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