El discurso de Trump ante el parlamento de Israel fue todo menos aburrido. El hecho de que hable una hora improvisando, le dio atractivo, máxime cuando el personaje no repara en mostrarse ególatra.
Esta manera de hablar, sin leer un escrito, le permitió, alabar a Netanyahu y decirle de paso que acabar la guerra era mejor que «seguir matando y matando»; o exageraciones como afirmar que Israel «vivirá en paz eternamente», cosa que –dijo- no hacía desde hace tres mil años, remontándose al rey David.
Contó cómo le habían dicho que acabar con el plan nuclear de Irán podía costar tres años, hasta que en un general, al que homenajeó en la sala, lo hizo en tres semanas. Y que con el acuerdo de paz entre Israel y Hamás, en ocho meses de presidente había logrado acabar con ocho guerras. Incluso tuvo tiempo de decir que ahora se va a ocupar de Rusia.