La política, entre el nihilismo y el amoralismo

Cada acto de prepotencia, irregularidad, dejación de responsabilidad o creación de inseguridad jurídica de un gobierno, es un paso atrás en la democracia
 

02 enero 2022 07:20 | Actualizado a 02 enero 2022 09:59
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Ya ni siquiera nos escandaliza la política en esos términos a pesar de que la responsabilidad e influencia de los gobernantes es definitiva a la hora de estructurar una sociedad basada en el bienestar, aunque prescindiendo de valores tradicionales del humanismo cristiano.

La moral del siglo XXI dista mucho de las reminiscencias de aquel moralismo puritano del pasado y que todavía hay quien aboga por reavivar sentimientos que no pueden imponerse desde una perspectiva dogmática, sin embargo, tampoco puede coartarse la libertad personal de abrazar cualquier teología, culto o religión.

Partiendo de una realidad empírica si uno escudriña en las redes sociales observa toda clase de exhibiciones violentas, alucinaciones mórbidas o pulsiones degeneradas, fruto de una sociedad enfermiza.

En efecto, quizá inadvertidamente, el nihilismo ha contaminado una buena parte de la sociedad, que rechaza toda norma y tiende a la exaltación de lo escabroso y lo desatinado y que favorece el cruce de odios y rencores, y ya sumergidos en el mundo virtual todo es posible, Nietzshe y Stirner están presentes. Una cofradía de falsos progresistas pulula junto a centinelas morales que velan por «cazar pecados» de aquellos que gozan de buena reputación, fiscalizando el panorama global.

Los gobiernos lejos de permanecer ajenos a esta corriente de masas inciden sobre las «moralinas» de moda, el racismo, ecologismo o el feminismo, con declaraciones de rimbombantes «moralistas modernos» con nulo compromiso ético.

Así vemos como la sociedad se va degradando mientras el juego político de ataque frontal a todo lo verdaderamente moral, incidiendo explícitamente sobre el catolicismo, se ve discriminada impunemente.

Hoy el político, desde el poder, aun en evidente minoría, puede hacer lo que le venga en gana si los pactos se lo permiten sin que ocurra nada y eximiéndose de rendir cuentas. Las comisiones de investigación son un mero paripé, una comedia pública, teatral y barata que abochorna.

Cada acto de prepotencia, irregularidad, dejación de responsabilidad o creación de inseguridad jurídica de un gobierno, es un paso atrás en la democracia, y desgraciadamente en las últimas legislaturas el retroceso ha sido evidente.

Un buenismo falaz, insustancial e interesado instrumentaliza la acción política y nos arrastra a una incapacidad económica.

Discursos lenguaraces y tóxicos de políticos y gobernantes sin vergüenza ni amor propio, ponen en evidencia su ignorancia o malevolencia.

Sería recomendable recordarles alguna cita de Aristóteles sobre política: «Y es una de las características del hombre que sólo él posee en el sentido del bien y el mal, de la justicia y la injusticia, y de juntarse seres vivos que tienen ese sentido es lo que da origen a la familia y al estado».

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