Aunque los debates son una institución clave de la democracia moderna, en España han sido la excepción y no la regla. De hecho, sólo se han celebrado cinco hasta ahora: dos en 1993 entre González y Aznar; dos en 2008 entre Zapatero y Rajoy; y uno en 2011 entre Rajoy y Rubalcaba. Todos ellos entre los representantes del PP y del PSOE. Ahora debería ser distinto, no por razones legales, que no las hay, sino por equidad política, ya que las circunstancias son singulares, diferentes, ya que por primera vez desde 1982 el modelo bipartidista se ha amortiguado y nos encontramos con cinco actores –al menos– con posibilidades de conseguir representación de ámbito estatal, y sin que podamos partir de unas previsiones claras. Por esto no hay razón política alguna que justifique prescindir de los debates ‘a cinco’, ya que si se da juego a los emergentes, parece de justicia hacer lo propio con Izquierda Unida. También habrá que meditar la procedencia de admitir a UPyD, el otro partido estatal, que puede exhibir el derecho que le concede su actual representatividad. Y tampoco se debería rechazar la conciliación de estos debates multilaterales con el clásico cara a cara PP-PSOE. La campaña debería prescindir de rituales anacrónicos y centrarse en los medios de comunicación, que son los que otorgan la verdadera visibilidad. Ya es hora, en fin, de que la campaña electoral se acomode a la tecnología, al interés social, a lo que quiere la gente.
Los debates electorales
Ya es hora, en fin, de que la campaña electoral se acomode a la tecnología, al interés social, a lo que quiere la gente
19 mayo 2017 21:29 |
Actualizado a 22 mayo 2017 12:12
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